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18 febrero 2024

Carta a los sacerdotes de la tercera promoción

18 de febrero de 1948

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei

Otra cuestión, presente de continuo en la mente del Fundador, era la de los sacerdotes. Su proyecto de expansión universal exigía nuevos centros y la atención espiritual reclamaba, a su vez, un mayor número de sacerdotes al servicio de todas las almas, primordialmente de los miembros del Opus Dei. Todo estaba articulado como un engranaje en movimiento. Ninguna pieza podía fallar, porque la máquina se pararía. Se avecinaba, además, la salida a otros países, la expansión por Europa y América. Era, por lo tanto, urgente ordenar a un buen número de sacerdotes, porque, además de sus tareas ministeriales, tenían como función específica ser elementos de cohesión y unidad espiritual de todos los miembros del Opus Dei.

Las estadísticas en esta materia son exactas, aunque el Fundador nunca hiciera uso de ellas. En su humildad no gustaba de triunfalismos ni de exhibiciones del potencial humano. No era de su estilo, ni era propio del espíritu de humildad colectiva que vivía la Obra. Baste indicar que a las ordenaciones de 1944 y 1946 siguieron otras nueve tandas entre 1948 y 1952, con un total de 44 sacerdotes más que sumar a los nueve primeros.

He aquí una carta dirigida a los de la tercera promoción:

Roma, 18 de febrero, 1948

Que Jesús me guarde a esos tres.

Queridísimos Juan Antonio, Jesús y Adolfo: ¡Cómo me gustaría estar junto a vosotros el día de vuestra tonsura! Ya podéis suponer que, aunque me encuentre en Roma, no estaré muy lejos, a pesar de la distancia.

¿Qué os voy a decir? Que es una gran elección de Dios, la que Él hace dentro de nuestra Obra, para que seamos ¡los Sacerdotes! siervos de nuestros hermanos, que tienen nuestra misma vocación: siervos y modelos de santidad, de trabajo, de alegría: siervos e instrumentos delicadísimos, para formar y dirigir [...].

Hijos: predicad siempre a los nuestros —y a todos— que el problema de la eficacia de la labor apostólica es corresponder a la gracia de Dios, con alegría y con garbo ante la Cruz de cada día, con santidad personal.

Hijos: pedid al Señor muchas vocaciones: pedidle Sacerdotes doctos y entregados, que sepan ser de continuo —olvidados de sí mismos— el fundamento de nuestra unidad: consummati in unum!

Que nuestra Madre del Cielo, Spes Nostra, Sedes Sapientiae, Ancilla Domini, nos obtenga la gracia de ser Sacerdotes a la medida del Corazón de su Hijo y de su Inmaculado Corazón.

Os bendice vuestro Padre

Mariano