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10 febrero 2024

En el sanatorio del doctor Suils

10 de febrero de 1937

Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei

Allí coincidió con la llegada de otros dos refugiados: un comandante de Aviación y un falangista de Logroño, llamado Alejandro, de la familia de los Láscaris Comneno. La aparición de estos tres nuevos personajes produjo una psicosis de temor y desconfianza. Entre los "pacientes en observación" se hizo un silencio repentino, como en una charca de ranas al menor ruido sospechoso. Quienes corrientemente venían a confesarse o pedir consejo al sacerdote no salían de sus cuartos. Nadie paseaba ya por el jardín. El Dr. Suils, anticipando un registro, invitó con firmeza a Láscaris a abandonar el chalet; y comunicó a José María González Barredo y a Juan que también ellos tenían que marcharse. Por la paz de todos y, en particular, por la seguridad del Padre, se fueron a sus respectivas casas en Madrid. Luego se consumieron las formas consagradas que guardaba don Josemaría en su cuarto para administrar la Comunión cuando no podía decir misa.

Pasaron varios días y, al comprobarse la falsedad de la alarma del registro, resurgió el optimismo entre los "pacientes en observación" y el deambular por el sanatorio en un clima de confianza. Los sucesos, sin embargo, habían hecho sufrir mucho al Padre. Recobrada la calma se fue a ver al director, para informarle de lo que había venido repitiéndose sin cesar en los últimos días: Yo no puedo estar donde han echado a mis hijos. Reprendió con buenas palabras su comportamiento, en esa ocasión, y le comunicó que estaba decidido a buscar refugio en otra parte.

Por una de las visitas que le hizo Isidoro, ya en febrero de 1937, se enteró el Padre de que Chiqui (José María Hernández Garnica) había sido trasladado el 5 de ese mes de la cárcel de San Antón de Madrid al penal de San Miguel de los Reyes, en Valencia. Después de meses de silencio, en que se servía de Isidoro para comunicarse con los de la Obra en Valencia, el Padre no pudo más y tomó la pluma para dirigirse directamente a sus hijos de Valencia:

Madrid, 10 de febrero de 1937

Queridos amigos: tenía muchas ganas de escribiros, y, por fin, hoy aprovecho la visita de Isidoro para darle esta carta.

Mi cabeza parece que va mejor: es mucho el tiempo que llevo en este manicomio y, aunque despacio, me consuelo pensando que estoy aquí encerrado para mi bien, por orden de mi Padre, y además nunca olvido que no hay mal que cien años dure.

Mi gran preocupación, en esta soledad, en medio de tantos pobres enfermos como yo, son mis hijos. ¡Cuánto pienso en ellos y en el porvenir espléndido de nuestra familia!

De momento, Chiqui está en el primer plano (si mi corazón supiera distinguir de planos entre mis chicos, todos igualmente queridos): ved si por medio de alguna amiga vuestra podéis atenderle en su actual preocupación.

Este pobre loco os abraza y os quiere

Josemaría

Escribid a Isidoro