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1 de enero de 1947
Audacia en el apostolado
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei
En la mañana de Año Nuevo escribía a los de Madrid:
Las cosas siguen su curso —un curso excesiva-mente lento, pero aquí son así— y, en la cuestión de la casa, bien poco podemos hacer, mientras no se solucione, como es debido, la cuestión económica, que va por esas tierras de España con el mismo ritmo que si Madrid fuera Roma. Paciencia.
Ayer tuvimos Misa a medianoche. Antes, al acabar el año, rezamos el Te Deum y las oraciones de acción de gracias. Mucho nos dio el Señor en el año último, pero estoy seguro de que, si somos fieles, este año 47 será más fecundo en todos los estilos.
Me gustaría salir de aquí cuanto antes. Sin embargo, hay que estar al pie del cañón, aunque nada más sea haciendo la guardia. También valdrá esto algo delante de Dios... ¡para mi genio!
Sí, realmente, requería mucha fuerza el dominar un carácter que tendía a afrontar los problemas armado de audacia sobrenatural, con rapidez de decisión y sin demoras en la ejecución. Tal era su modo de ser. Es comprensible, por lo tanto, que, en medio de la necesaria burocracia y prudencia de despacho en la Curia, el Padre se sintiese reducido y como maniatado. A duras penas podía contenerse. El ímpetu de la acción le salía espontáneo. En cierta ocasión, conversando con sus hijos, les decía:
Somos cinco y parece, a primera vista, que no hacemos nada. Pero un día, más tarde, los que vengan y hablen de nuestra estancia aquí en Roma, nos mirarán con envidia.