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8 octubre 2023

Siguen preparando el Paso de los Pirineos

François Gondrand, Historia del Opus Dei y de su Fundador

No sin vacilaciones, el Padre había decidido abandonar Madrid. Sus hijos le habían animado a dar ese paso, para salvar su vida. Él se había dejado convencer, pensando que en la otra zona podría proseguir haciendo el Opus Dei con libertad y establecer contacto con tantos estudiantes que luchaban en los frentes. En Madrid, permanecía Isidoro, que seguiría en contacto con los que se quedaban allí y con su familia. En cuanto a Vicente Rodríguez Casado, Álvaro del Portillo y José María González Barredo, continuaban refugiados en distintas sedes diplomáticas.

En Valencia, adonde había llegado el 8 de octubre con objeto de aguardar el momento propicio para trasladarse a Barcelona y desde allí ganar la frontera, el Padre había encontrado a Francisco Botella y Pedro Casciaro, encantados de volverle a ver tras un año largo de separación. Al día siguiente, había tomado el tren para la capital de Cataluña...

Todavía le parece verlos, despidiéndole en el andén de la estación, empequeñecidos por la distancia... A1 arrancar el tren, había introducido discretamente la mano bajo la solapa de la chaqueta y les había bendecido, diciendo mentalmente la fórmula de la bendición de viaje que había compuesto con palabras del libro de Tobías, precedidas de una invocación a la Virgen: "que por la intercesión de Santa Maria tengáis buen viaje. Que el Señor esté en vuestro camino y que sus Ángeles os acompañen".

La preocupación por todos los que había dejado detrás le había atenazado durante las semanas pasadas en Barcelona...

Unos días más tarde, Juan Jiménez Vargas se había desplazado a Valencia para recoger a Pedro y Francisco. Previamente, habían ido a buscar a Miguel, oculto en Daimiel -provincia de Ciudad Real- desde el comienzo de la guerra.

Don Josemaría había aprovechado su corta estancia en Barcelona para administrar los Sacramentos a algunas personas conocidas que se habían enterado de que estaba allí.

El paso de los Pirineos era peligrosísimo. Un magistrado amigo suyo -lo había conocido en la Facultad de Derecho de Zaragoza- había tratado de disuadirle: "Cuando encuentran fugitivos, los carabineros no los apresan: disparan sobre ellos. Y si por casualidad los detienen, les condenan a muerte..." Y para convencerle, le había hecho asomarse a la sala de audiencias en el momento en que estaban juzgando a algunos. Pero, a pesar de eso, y de los ataques de reumatismo que le daban de vez en cuando, había perseverado en su proyecto...