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12 noviembre 2026

SAN JOSAFAT, OBISPO Y MÁRTIR (+ 1623)

SAN JOSAFAT, OBISPO Y MÁRTIR (+ 1623)
Juan Kuncewicz nació en Vlodimir (Volinia) el año 1580. Su padre, Gabriel, era cónsul de la ciudad, y su madre, Marina, hija de un ilustre ciudadano de Vlodimir. Recibió el santo bautismo en el día de la mártir Santa Parasceves. Como en el decurso del siglo xv Rusia y las regiones a ella sometidas fueron gradualmente adhiriéndose al cisma bizantino, nada tiene de extraño que la familia de Juan, aunque muy piadosa y cristiana, perteneciese jurídicamente a la ortodoxia separada de Roma. De Vlodimir pasó Juan a Vilna, donde debía aprender la profesión comercial.
Juan recordará siempre la veneración que entonces concibiera por los padres basilianos de la Santísima Trinidad y por aquellos padres jesuitas, que en Polonia y Rusia blanca sostenían la fe del pueblo contra los disidentes y defendían acérrimamente el Papado.
Cuando en 1614 fue nombrado metropolita de Kiev el archimandrita de la Santísima Trinidad de Vilna, Velamín Rutsky, Josafat pasó a ocupar el puesto vacante. El nuevo archimandrita encarnaba en sí, a imitación de su padre San Basilio, toda la tradición monástica de la ascesis oriental.
En el oír confesiones era incansable. Había días en que confesaba, sin levantarse, seis horas seguidas, y su predilección la constituían las confesiones de los hombres. Era dadivoso con los indigentes, dando cuanto le permitían sus módicas disponibilidades monacales. Afabilísimo con los de dentro y con los de fuera del monasterio, era, sin embargo, intransigente con el error y con el cisma.
Durante un viaje a Kiev acompañando a su metropolita Rutsky, supo que había allí un monasterio cismático muy mal dispuesto hacia Roma. Josafat no duda en presentarse en él; fue hostilmente recibido por superiores y súbditos: pero Josafat, suplicando le escuchasen, habló con tanto fervor y ciencia a los monjes rebeldes sobre la unión con Roma, que el adversario, deponiendo su terquedad antirromana, se trocó en amigo. Lo que más admiró a los monjes disidentes era la maestría con que manejaba la patrística, la liturgia oriental, los libros paleoslavos y los anales rutenos.
Dios bendecía copiosamente sus campañas unionistas, y pudo así incorporar a la Iglesia católica multitud de cismáticos de toda condición, contando entre ellos monjes, sacerdotes, nobles y plebeyos.
Cargado de méritos ante Dios y ante la Iglesia, la santidad de Pablo V le obligó, contra su voluntad, a través de su metropolita Rutsky, a aceptar el nombramiento de coadjutor con derecho de sucesión del arzobispo de Polotsk, Gedeón Brolnycky; murió éste un año más tarde y Josafat quedó constituido en arzobispo de Polotsk.
Entre los milagros morales está la conversión de sus verdugos; algunos escribieron más tarde a la Congregación de Propaganda confesando su participación en el martirio de su pastor y declarándose dispuestos a dar su sangre y su vida por la confesión de la fe romana. El mismo Melecio, arzobispo rival de Josafat en Polotsk, tras buscar refugio en las sedes patriarcales disidentes de Jerusalén y Constantinopla, viajó a Roma, donde a los pies del Romano Pontífice hizo profesión de fe católica el día 23 de febrero de 1627, convirtiéndose desde entonces, como otro Saulo, de enemigo, en fervoroso propulsor de la unión y ganando para la causa católica a muchos cismáticos.
Los funerales por la muerte del arzobispo mártir no se celebraron hasta un año después. Durante todo ese tiempo, su sepulcro fue cátedra de unión con Roma. El Santo seguía predicando muerto la austeridad de vida, el fervor de la religión y, sobre todo, la reconciliación de los disidentes con la Iglesia católica. Terminados los funerales, las sagradas reliquias de San Josafat continuaban obrando innumerables milagros físicos y morales. Ello movió a las autoridades eclesiásticas a introducir en Roma el proceso de sus virtudes heroicas, de su beatificación y canonización. Urbano VIII lo beatificó, Pío IX lo elevó al honor de los santos. El 27 de junio de 1867 León XIII extendió su culto a la Iglesia universal. Pío XI, con motivo del tercer centenario de su muerte, publicó en 1923 una encíclica ponderando la heroicidad de sus virtudes y la trascendencia de su intercesión, a la vez que lo brindaba como ejemplo a las Iglesias orientales y como modelo a cuantos se esfuerzan por conseguir la unión a Roma de las iglesias separadas.
Cerrado el proceso canónico. el santo mártir Josafat no cesa de obrar innumerables milagros, que los biógrafos recogen en su vida.
En las circunstancias actuales, cuando el furor comunista arrecia en la persecución contra la Iglesia católica y contra Roma en las regiones de Rusia y Rusia Blanca, los ruteros y los ucranianos, dentro y fuera del país, son el puntal más firme de la Iglesia católica oriental unida a Roma y la mejor esperanza del retorno a la santa unión.
SANTIAGO MORILLO, S. I.