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LA VISITACIÓN DE NUESTRA SEÑORA A SANTA ISABEL
Fiesta mariana en el final de su mes. Recordemos palabras de la bella oración de María que hoy recuerda esta fiesta, el Magnificat: “Glorifica mi alma al Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador: porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es Santo”. Humildad de reconocer la acción de Dios, sin atribuirse méritos que no son propios, pero sin llegar a la falsa humildad de olvidar que esas maravillas son reales, y que Dios ha querido contar con la colaboración humana aunque sea pequeña; por eso las personas realmente humildes, son muy modestas, pero al mismo tiempo muy audaces y atrevidas, porque saben que se apoyan en Dios, que Él actúa a través de ellas, y que el poder de Dios no tiene límites. Por eso nosotros ahora, al llamar bienaventurada a María, como ella misma profetizó, alabamos a Dios, ante todo, pero también a su instrumento que libremente colaboró con tanta generosidad: Ella misma.
JAVIER SESÉ