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12 mayo 2025

BEATO ÁLVARO DEL PORTILLO

El beato Álvaro del Portillo nació en Madrid (España) el 11 de marzo de 1914, en una familia numerosa, de hondas raíces cristianas. Fue ayudante de Obras Públicas, doctor Ingeniero de Caminos, doctor en Filosofía (sección Historia) y en Derecho Canónico.
Desde 1935 se incorporó́ al Opus Dei, y procuró vivir siempre con fidelidad la vocación cristiana, en su trabajo y en sus deberes cotidianos, y acercó a Dios a sus compañeros de estudio y de profesión, y a muchas otras almas.
En 1944 fue ordenado sacerdote. En 1946 se trasladó́ a Roma. Sirvió también a la Iglesia con su dedicación a numerosos encargos que le concedió la Santa Sede, especialmente en el Concilio Vaticano II. El 15 de septiembre de 1975 fue designado primer sucesor de san Josemaría.
El 28 de noviembre de 1982, al erigir el Papa Juan Pablo II el Opus Dei en prelatura personal, compuesta por eles laicos y sacerdotes seculares, le nombró primer prelado de esa circunscripción eclesiástica, y en 1991 le con rió la ordenación episcopal. Su labor de gobierno se caracterizó́ por su comunión plena con el Papa y los obispos, la fidelidad al fundador del Opus Dei y a su mensaje, y un gran celo pastoral.
Falleció en la madrugada del 23 de marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a Tierra Santa, donde había acudido con piedad a los lugares que recorrió́ Jesús en la tierra. Ese mismo día, san Juan Pablo II quiso rezar ante sus restos mortales, que ahora reposan en la cripta de la iglesia prelaticia de Santa María de la Paz, en viale Bruno Buozzi 75, Roma.
Fue beatificado el 27 de septiembre de 2014.

El sacramento de la Reconciliación es una Manifestación de la misericordia de Dios
El Papa Francisco nos invita a redescubrir la misericordia de Dios. Para esto nos ha propuesto varios medios; entre ellos, redescubrir el sacramento de la penitencia. De nuevo experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera paz interior.
A continuación recogemos algunos textos de la predicación del beato Álvaro sobre la confesión:

La misericordia divina viene a nuestro encuentro
“Ante nuestras caídas y pecados, la misericordia divina nos sale al encuentro, especialmente en el sacramento de la paz y la reconciliación, el sacramento de la penitencia. Acercaos a la confesión siempre que lo necesitéis, para limpiaros de vuestros pecados y recuperar la gracia de Dios”.

Recuperar la amistad con Dios
“El único motivo realmente serio de preocupación y de amargura es el pecado, ese voluntario apartamiento de Dios que deja el alma a oscuras, con la desazón de haber perdido el sentido auténtico de la vida, o de haber enfriado al menos tan incomparable amistad: ¡la amistad con Dios! Pero ni siquiera en esas circunstancias, que pueden ser frecuentes debido a nuestra fragilidad, hemos de dejar que el descontento nos abata. Sentiremos pena de haber ofendido a Dios y correremos a recuperar la paz, reconciliándonos con Dios y con los demás en el Sacramento de la Penitencia.

La alegría de la confesión frecuente
“Confesaos frecuentemente. Haced el propósito de mejorar vuestra reconciliación sacramental con Dios. Preparadla bien, examinando a fondo vuestra conciencia; sed sinceros, fomentad la contrición del corazón, renovad los deseos de luchar más por hacer el bien. Pocas alegrías tan grandes como la de sentir, después de una confesión bien hecha, lo mismo que sintió el hijo pródigo: ¡el abrazo de nuestro Padre Dios que nos perdona! ”

La fuerza necesaria para ser testigos de Cristo
“Para recristianizar la sociedad es imprescindible el recurso a la confesión sacramental, en la que cada cristiano recibe la fuerza necesaria para ser testigo eficaz de Cristo, con el ejemplo y con la palabra, en todas las realidades terrenas que hay que reconducir a Dios Padre. Cada uno de nosotros necesita acudir a esta fuente de la gracia; y hemos de ayudar a muchos otros –parientes, amigos, colegas, vecinos– a recurrir a este sacramento maravilloso del Perdón divino ”