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San Pedro Claver
Nació en 1581 en España, y desde niño mostró grandes cualidades de inteligencia y de espíritu, siendo
destinado por sus padres al servicio de la Iglesia. Al terminar sus estudios en la universidad de Barcelona, y
tras recibir las órdenes menores, el santo fue aceptado por la Compañía de Jesús.
Gracias a la influencia y consejos de San Alfonso Rodríguez -portero del monasterio jesuita donde San
Pedro vivía- el santo decidió abandonar España en 1610 para asumir las misiones de evangelización en las
Indias Occidentales, específicamente en la colonia de Nueva Granada, hoy república de Colombia.
En 1615 fue ordenado sacerdote en Cartagena, y fue ahí donde el santo, al ver la entrega y servicio del P.
Alfonso Sandoval por los miles de esclavos negros provenientes del África, tomó la decisión de convertirse
en " esclavo de los negros para siempre" y pese a su timidez y falta de confianza en sí mismo, el santo se
entregó a aquella misión con tenacidad y mucho entusiasmo. Sus labores empezaban con la visita casi diaria
a las barracas en el puerto, donde conversaba y predicaba la palabra de Dios, logrando la conversión y el
bautismo de miles de ellos. Además, atendía a numerosos enfermos y moribundos, a quienes llevaba
medicinas y alimentos, y a los niños, algunos dulces y caramelos. Su obra evangelizadora también se
extendió por los valles y haciendas donde el santo iba a predicar y velar por el cuidado de sus "negros", no
sin antes vencer dificultades y penurias por parte de los hacendados.
La intensa actividad del santo deterioró su salud, y luego de bendecir a su sucesor en su misión apostólica
falleció el 8 de setiembre de 1654, día de la Natividad de Nuestra Señora, y en medio de grandes muestras de
amor y cariño popular. Fue canonizado el 1888, al mismo tiempo que su gran amigo San Alfonso Rodríguez.
NUESTRA SEÑORA DE ARANZAZU
Hacia fines del siglo XV, un pastor encontró entre los espinos de un valle a la imagen de Nuestra Señora
de Aránzazu, la que “arranca las espinas y el pecado de nuestras vidas y nos da el gozo de la gracia de su
divino Hijo”.
Corría el año 1469 cuando el joven pastor Rodrigo de Baltzátegui recorría las estribaciones de la montaña
de Aloña, próxima a la villa de Oñate en las tierras de Guipúzcoa, procurando reunir sus ovejas.
Tú entre los espinos
En esas labores se encontraba cuando, repentinamente, reparó en un objeto claro que destacaba entre los
espinos del valle y, al aproximarse, vio que se trataba de una imagen de Nuestra Señora, tallada en la blanca
piedra de la región.
Sin dar crédito a lo que veía y sin poder contener su entusiasmo, Rodrigo exclamó: “¡Arantza Zu!,
¡Arantza Zu!”,expresión que en lengua vasca significa: “Tú entre los espinos!”.
La novedad recorrió los valles y las comarcas cercanas y poco después otras regiones de España
comentaban el suceso.
El historiador español Esteban Garibay (1535-1599), bibliotecario y cronista de la corte de Felipe II,
oriundo de las tierras vascas, dejó constancia del hecho en su monumental historia de España, dando cuenta
que a poco de descubierta la imagen, el lugar del hallazgo comenzó a ser visitado por innumerables
peregrinos y que tanto la fama como los milagros de la Virgen, se multiplicaron.
El santuario de Guipúzcoa
Edificado un santuario, no tardó en convertirse en meta de numerosas peregrinaciones que se siguen
efectuando hasta el día de hoy.
San Ignacio de Loyola, nacido en tierras guipuzcoanas, visitó el lugar en 1522 antes de recibir las órdenes
y comenzar su prédica. Otras personalidades ilustres se acercaron hasta el lugar, atraídos por los prodigios
que allí se obraban.
Los monjes franciscanos edificaron una pequeña iglesia y en ella fue entronizada la imagen de la Virgen,
para beneplácito de los habitantes del valle. Ese templo sufrió un incendio en 1553, que volvió a repetirse en
1560 y en 1834, este último de consecuencias devastadoras. En las tres oportunidades, los mismos fieles,
devotos de la Virgen, reconstruyeron el santuario demostrando un celo y un cariño que se fue multiplicando
con el paso de los años.
En 1818 Nuestra Señora de Aránzazu fue declarada patrona de Guipúzcoa y en 1952 comenzó la
edificación de la basílica actual.
En la Argentina
Sin embargo, ya antes, desde 1802, ejercía su protectorado sobre el antiguo caserío del Alto de Punta
Gorda (hoy San Fernando), al norte de la ciudad de Buenos Aires, poblado mayoritariamente por vascos y
navarros.
Ese año, la Virgen guipuzcoana fue entronizada en el altar de la pequeña capilla construida por el
presbítero Manuel Saturnino de San Ginés, hijo de vascos y devoto de la Virgen. Desde entonces protege y
vela por esa población que la eligió patrona.
Hoy una hermosa iglesia se levanta en el mismo sitio y desde allí la Santa Madre cubre con su manto a un
pueblo que la reverencia.
En 1810, en la localidad entrerriana de Victoria, Salvador Ezpeleta hizo en honor de Nuestra Señora de
Aránzazu un oratorio, hoy transformado en una magnífica iglesia, siendo ella y la de San Fernando las únicas
dos de todo el territorio argentino que se hallan bajo su advocación.
El 9 de septiembre se celebra la fiesta en honor de Nuestra Señora de Aránzazu. Ese día, pueblos
hermanos de España y América se inclinan a sus pies para exclamar con esperanza y alegría:
http://www.cruzadadelrosario.org.ar/mariana/11aranzazu.htm