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Agenda

29 septiembre 2024

Santos Arcángeles

San Miguel Arcángel, patrono de la Iglesia universal.
San Gabriel Arcángel, patrono de los matrimonios
San Rafael, Arcángel, patrono de la juventud

SAN MIGUEL ARCANGEL

Hoy se venera la memoria de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, de honda raigambre en toda la
Tradición de la Iglesia. El nombre de Miguel (en hebreo: ¿Quién como Dios?) recuerda el combate librado
por este Arcángel y los ángeles fieles con Lucifer y sus seguidores, que se rebelaron contra Dios y fueron
precipitados al infierno. A San Gabriel (en hebreo, fortaleza de Dios) lo eligió Dios para anunciar a María el
misterio de la Encarnación. El nombre de Rafael (en hebreo, medicina de Dios) evoca su misión de médico y
compañero de viaje del joven Tobías.


I. Leemos en el Evangelio de la Misa estas palabras de Jesús: Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los
ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo de Hombre. Son los ángeles que continuamente alaban a Dios, y
«toman parte, a su manera, en el gobierno de Dios sobre la creación como poderosos ejecutores de sus
órdenes (Sal 102), según el plan establecido por la Divina Providencia. A los ángeles está confiado en
particular un cuidado y solicitud especiales para con los hombres, en favor de los cuales presentan a Dios sus
peticiones y oraciones». La misión de los ángeles como embajadores de Dios se extiende a cada uno de los
hombres, y de modo principal a quienes tienen una misión específica en orden a la salvación (por ejemplo,
los sacerdotes), y a las naciones enteras. Todos los días, a todas las horas, en el mundo entero, «en el corazón
de la Santa Misa», se apela a los Ángeles y a los Arcángeles para cantar la gloria de Dios.

Hoy resulta particularmente oportuno considerar que la Iglesia honra en su liturgia «a tres figuras de
ángeles a los que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre. El primero es Miguel Arcángel (cfr.
Dan 10, 13. 20; Apoc 12, 7; Jd 9). Su nombre expresa en síntesis la actitud esencial de los espíritus buenos.
Mica-El significa, en efecto: ¿Quién como Dios?». El segundo es Gabriel, «figura vinculada sobre todo al
misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (cfr. Lc 1, 19; 26). Su nombre significa: Mi poder es Dios, o
Poder de Dios». Por último, Rafael «significa: Dios cura». Meditando sobre su misión comprendemos la
enseñanza contenida en la Carta a los hebreos: ¿No son todos ellos espíritus administradores, enviados para
servicio y en favor de los que han de heredar la salud?.

Su existencia y su cercanía en nuestros quehaceres de todos los días nos mueven a pedir con la Liturgia de
la Misa: Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los ministerios de los ángeles y los hombres, te
pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por aquellos que te asisten continuamente en el
Cielo. A nuestros Ángeles Custodios, cuya fiesta celebraremos dentro de pocos días, y a los Santos
Arcángeles debemos incontables ayudas diarias. Son una muestra palpable del amor que nuestro Padre Dios
tiene hacia sus hijos. ¿Acudimos a ellos frecuentemente en medio de nuestros trabajos diarios? ¿Les tratamos
con confianza, pidiéndoles que nos ayuden a servir a Dios y que nos protejan en nuestra lucha diaria? ¿Nos
sentimos seguros con su compañía a lo largo del día, y especialmente cuando llega la tribulación o cuando
estamos en trance de perder la serenidad y la paz de los hijos de Dios?


II. Leemos en la Primera lectura de la Misa: Y se entabló un gran combate en el cielo: Miguel y sus
ángeles lucharon contra el dragón. También lucharon el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron, ni hubo
ya para ellos un lugar en el cielo. Fue arrojado aquel dragón, la serpiente antigua, llamado Diablo y Satanás,
que seduce a todo el universo. Fue arrojado a la tierra y también fueron arrojados sus ángeles con él.

Los Santos Padres interpretan estos versículos del Apocalipsis como testimonio de la lucha entre Miguel y
el diablo cuando fueron sometidos a prueba los espíritus angélicos. Bajo esta luz entendieron también la
lucha que Satanás sostiene contra la Iglesia a lo largo de los siglos y que se radicalizará al final de los
tiempos.

Según tradiciones judías seguidas por algunos Padres de la Iglesia, el demonio fue una criatura angélica
que se convirtió en enemiga de Dios al no aceptar la dignidad concedida al hombre. Entonces el diablo y sus
seguidores fueron arrojados a la tierra, y desde entonces no cesan de tentar al hombre para que, pecando, se
vea también privado de la gloria de Dios. En el Antiguo Testamento) se presenta al Arcángel San Miguel
como a aquel que, de parte de Dios, defiende al pueblo elegido. La lucha constante contra el demonio, que
intenta sacar partido de cada situación, y que «caracteriza la figura del Arcángel Miguel, es actual también
hoy, porque el demonio está todavía vivo y operante en la tierra». Es más: «hay épocas en las que la
existencia del mal entre los hombres se hace singularmente evidente en el mundo (...). Se tiene la impresión
de que el hombre actual no quiere ver ese problema. Hace todo lo posible por eliminar de la conciencia
general la existencia de esos dominadores de este mundo tenebroso, esos astutos ataques del diablo de los
que habla la Carta a los efesios. Con todo, hay épocas históricas en las que esa verdad de la revelación y de
la fe cristiana, que tanto cuesta aceptar, se expresa con gran fuerza y se percibe casi palpable».

Esa actuación del diablo en la sociedad y en las personas, que a veces se expresa con gran fuerza y se
percibe de forma casi palpable, ha llevado a la Iglesia a invocar a San Miguel como guardián en las
adversidades y contra las asechanzas del demonio: Manda, Señor, en ayuda de tu pueblo al gran Arcángel
Miguel, para que nos sintamos protegidos en nuestras luchas contra Satanás y sus ángeles. Asechanzas reales
y terribles, que tratan de aniquilar la vida de Cristo en las almas, si no contáramos con la gracia divina y la
ayuda de los ángeles y de Nuestra Madre del Cielo.

La festividad de hoy nos recuerda, además, «que al comenzar la Creación, brotó esta primerísima
adoración de la profundidad espiritual de los seres angélicos, sumergiéndose, con todo su ser, en la realidad
del Quién como Dios: Miguel y sus ángeles (Apoc 12, 7). Al mismo tiempo, esta lectura del libro del
Apocalipsis nos hace tomar conciencia de que a esta adoración, a esta primerísima afirmación de la majestad
del Creador se contrapuso una negación. Frente a esa orientación llena de amor de Dios (¡quién como Dios!)
estalló una plenitud de odio en rebelión contra Él», que todavía parece sentirse en el mundo de mil formas
diversas. Cuando más se haga presente a nuestro alrededor esa falta de servicio amoroso a Dios y a los
demás por Dios, nos recordará a nosotros los cristianos que hemos de amarle y servirle con todo nuestro ser,
sin esperar nada a cambio. Serviam!, le diremos en la intimidad de nuestro corazón muchas veces, y haremos
realidad esta oración en tantas ocasiones como se nos presentan a lo largo del día. Aprovechemos la fiesta de
hoy para decir a Jesús: Jesús, no tengo otra ambición que la de servirte.


III. Cristo es el verdadero vencedor del pecado, del demonio y de la muerte. Y en Él vencemos siempre;
nos presta frecuentemente su ayuda a través de los ángeles y de los santos. Ahora es el juicio de este mundo
decía Jesús refiriéndose a los últimos acontecimientos de su vida aquí en la tierra, ahora el príncipe de este
mundo va a ser arrojado fuera. Y Yo, cuando sea levantado en alto, atraeré a todos a Mí. Y ante lo que
cuentan los discípulos de que en Su nombre son sometidos los demonios, el Señor exclama: Veía Yo a
Satanás caer del cielo como un rayo.

Sin embargo, el triunfo de los cristianos sobre el demonio no tendrá lugar hasta el fin de los tiempos. Por
eso, San Pedro, después de exhortar a los primeros cristianos a la más plena confianza en Dios Descargad en
Él, les dice, todas vuestras preocupaciones, porque Él cuida de vosotros les llama vivamente la atención para
que estén vigilantes: Sed sobrios y vigilad, pues vuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda
buscando a quien devorar. Y comenta San Cipriano: «Anda alrededor de cada uno de nosotros, como un
enemigo que tiene sitiada una plaza y explora las murallas y examina si hay alguna parte débil y poco segura
por donde penetrar». Quizá recordaba el Apóstol, mientras escribía estas recomendaciones, aquellas palabras
del Maestro: Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero Yo he
rogado por ti para que no desfallezca tu fe...

El gran triunfo del demonio en nuestros días puede ser que muchos lo han olvidado, o bien piensan que
son creencias de otras épocas menos avanzadas culturalmente. No lo olvidemos nosotros, pues su acción
misteriosa en la vida del mundo y de las personas es bien real y efectiva. Acudamos con frecuencia a San
Miguel Arcángel. El Papa Juan Pablo II, en ese discurso que hemos citado, varias veces volvía a recitar, en
nombre de toda la Iglesia, una antigua oración a este Santo Arcángel: Arcángel San Miguel, defiéndenos en
la lucha, sé nuestro amparo contra la y las asechanzas del demonio. Pedimos suplicantes que Dios lo
mantenga bajo su imperio; y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el poder divino, a
Satanás y a los otros espíritus malvados que andan por el mundo tratando de perder a las almas. Amén.

En los momentos difíciles pongamos bajo la protección de Santa María a nosotros mismos y a quienes el
Señor nos ha encomendado, «porque no hay tempestad que pueda hacer naufragar el Corazón Dulcísimo de
la Virgen. Cuando veas venir la tempestad, si te metes en ese Refugio firme, que es María, no hay peligro de
zozobra o de hundimiento».


SAN GABRIEL ARCÁNGEL

A San Gabriel lo escogió Dios para anunciar a la Virgen Santísima el misterio de la Encarnación del Hijo
de Dios; lo había enviado anteriormente a Daniel para comunicarle la época en que había de nacer el Cristo,
y a Zacarías, para anunciarle el nacimiento del Bautista. Está vinculado a los mensajes mesiánicos y su
presencia en la Sagrada Escritura indica la plenitud de los tiempos. «Sólo Gabriel dice San Bernardo fue
hallado digno entre todos los ángeles para que anunciase a María los designios de Dios sobre ella y recibiera
su fiat». El saludo del ángel a la Virgen, tan sencillo y tan cargado de sentido «Dios te salve, María, llena de
gracia», se ha convertido en la oración familiar e incesante del pueblo cristiano.

En los primeros siglos del Cristianismo San Gabriel era honrado en la Liturgia. En el siglo IX aparece su
nombre en la lista de los santos unido a la fiesta de la Anunciación, el 24 de marzo. En 1921, Benedicto XV
ordenaba su fiesta para toda la Iglesia; en la actualidad se celebra el 29 de septiembre, unida a la de los
Arcángeles Miguel y Rafael.


I. El Arcángel Gabriel se aparece a los hombres para trasmitirles la Palabra divina. Su nombre significa
Servidor de Dios, y también Dios se ha mostrado fuerte. Se presenta siempre como portador de gratas
noticias. Sobre todo, es el encargado por Dios para trasmitir el más alegre de todos los mensajes: la
Encarnación del Hijo de Dios. En el Antiguo Testamento ya había anunciado al profeta Daniel el tiempo de
la venida del Mesías. A Nuestra Señora le comunica de parte de Dios el misterio inefable de la Encarnación
de su Hijo, que tendrá lugar en su seno purísimo. «Por esto a la Virgen María no le fue enviado un ángel
cualquiera, sino el arcángel Gabriel, ya que un mensaje de tal trascendencia requería que fuese transmitido
por un ángel de la máxima categoría (...). A María le fue enviado Gabriel, cuyo nombre significa: Fortaleza
de Dios, porque venía a anunciar a aquel que, a pesar de su apariencia humilde, había de reducir a los
Principados y Potestades. Era, pues, natural que aquel que es la fortaleza de Dios anunciara la venida del que
es el Señor de los ejércitos y héroe en las batallas».

Sus palabras son repetidas cada día incontables veces, en una alabanza a Nuestra Señora que ya no tendrá
fin: Dios te salve María, llena de gracia, el Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres..., le decimos
también nosotros en la intimidad de la oración.


II. También a Zacarías le anunciará San Gabriel el nacimiento del Precursor. Le dice: No temas, Zacarías,
porque tu oración ha sido escuchada, así que tu mujer Isabel dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Juan. Le adelanta además tres motivos de gozo por el nacimiento de Juan: Dios le concederá una gracia y
santidad extraordinarias; será instrumento para la salvación de muchos; y su vida entera estará consagrada a
preparar la llegada del Mesías esperado.

Al Arcángel Gabriel le conocemos por su relación con la vida que nace: de un modo sobrenatural y
misterioso en el prodigio que el Espíritu Santo obrará en el seno de María; de forma milagrosa en el caso de
Juan. Cuando después de trasmitir su mensaje se despida de Zacarías, le dirá: Yo soy Gabriel, que asisto ante
el trono de Dios, y he sido enviado para hablarte y darte esta buena nueva. Los hijos siempre son una buena
nueva en la que ha intervenido Dios directamente. Y será para ti gozo y alegría; y muchos se alegrarán en su
nacimiento. Y comenta San Ambrosio: «Se invita en este texto a los santos a alegrarse en el nacimiento de
sus hijos, y se advierte a los padres la obligación de dar gracias a Dios: no es un beneficio pequeño del Señor
dar hijos que propaguen la especie y sean herederos de la familia». La Sagrada Familia de Nazareth y la que
formaban Isabel y Zacarías tomaron un nuevo rumbo desde que este Santo Arcángel se presentó con su doble
mensaje. Él puede ser un gran intercesor ante Dios de muchos matrimonios que desean o son bendecidos por
Dios con un nuevo hijo.

Cada criatura que viene al mundo trae consigo un designio divino. Por eso, los padres se sienten
colaboradores de Dios y administradores de las fuentes de la vida, que les han sido dadas por Dios para que
tengan muchos hijos en la tierra que le conozcan, le amen, le sirvan y puedan alcanzar la vida eterna. Ante la
agresividad de propagandas antinatalistas, los padres han de ser responsables de su paternidad ante Dios, que
frecuentemente les pedirá una familia numerosa, según lo permitan las concretas circunstancias personales y
familiares. «Para poder vivir una vida gozosa de familia señalaba el Papa Juan Pablo II se requieren
sacrificios, tanto por parte de los padres como de los hijos. Cada miembro de la familia debe convertirse en
siervo de los otros, compartiendo las cargas. Es necesario que cada uno sea solícito no sólo por la propia
vida, sino también por la de los otros miembros de la familia: por sus necesidades, esperanzas, ideales. Las
decisiones respecto al número de los hijos y a los sacrificios que de ellos se derivan, no deben ser tomadas
sólo con miras a aumentar las propias comodidades y asegurar una vida tranquila. Reflexionando sobre este
punto ante Dios, ayudados por la gracia que procede del sacramento y guiados por la enseñanza de la Iglesia,
los padres se recordarán a sí mismos que es menos mal negar a sus hijos ciertas comodidades y ventajas
materiales, que privarles de la presencia de hermanos y hermanas que podrían ayudarles a desarrollar su
humanidad y realizar la belleza de la vida en cada una de sus fases y en toda su variedad».

El Señor premia, ya aquí en la tierra, esta generosidad, que es fruto de conocer y cumplir la Voluntad de
Dios, en esto como en todo lo demás. No hay que olvidar que el matrimonio es un camino divino, grande y
maravilloso, y, como todo lo divino en nosotros, tiene manifestaciones concretas de correspondencia a la
gracia, de generosidad, de entrega, de servicio.


III. Ninguna alegría más grande en una familia que la llegada de un nuevo hijo, de un nuevo hermano;
ningún regalo de Dios más grande. Ésta es la doctrina gozosa de la Iglesia, desde siempre, que todos hemos
de trasmitir al mundo. Siempre se cumplen las palabras del Arcángel: Y será para ti motivo de gozo y de
alegría; y muchos se alegrarán en su nacimiento. El Papa Juan Pablo II insiste con frecuencia en la idea de
que la civilización cristiana es la civilización de la vida, que «es preciosa porque es un don de Dios, cuyo
amor es infinito; y cuando Dios da la vida, la da para siempre. La vida, además, es preciosa porque es la
expresión y el fruto del amor (...). El gran peligro para la vida de familia, en una sociedad cuyos ídolos son el
placer, las comodidades y la independencia, está en el hecho de que los hombres cierren el corazón y se
vuelvan egoístas» (12), que prefieran un poco más de bienestar material al gozo de traer más hijos al mundo
y educarlos para que sean buenos ciudadanos y buenos hijos de Dios. No lo olvidéis: «cada hijo que os
concede Dios es una gran bendición divina: ¡no tengáis miedo a los hijos!».

Al Arcángel Gabriel, que anunció a Nuestra Señora la alegría de la llegada al mundo de la Vida, le
pedimos nosotros fortaleza para hacer un apostolado lleno de gozo en favor de la vida, de la generosidad, de
la alegría compartida. «Cuando el carácter sagrado de la vida antes del nacimiento sea atacado señalaba el
Pontífice nosotros reaccionaremos para proclamar que nadie tiene jamás el derecho de destruir la vida antes
del nacimiento. Cuando se hable de un niño como de una carga, o se le considere como medio para satisfacer
una necesidad emocional, nosotros intervendremos para insistir en que cada niño es un don único e
irrepetible de Dios, que tiene derecho a una familia unida en el amor. Cuando la institución del matrimonio
esté abandonada al egoísmo o reducida a un acuerdo temporal que se puede rescindir fácilmente, nosotros
reaccionaremos afirmando la indisolubilidad del vínculo matrimonial. Cuando el valor de la familia esté
amenazado por presiones sociales y económicas, nosotros reaccionaremos no sólo para el bien privado de
cada persona, sino también para el bien común de toda la sociedad, nación y Estado. Cuando la libertad,
pues, se utilice para dominar a los débiles, para dilapidar las riquezas naturales y la energía y para negar a los
hombres las necesidades esenciales, nosotros reaccionaremos para reafirmar los principios de la justicia y del
amor social. Cuando a los enfermos, los ancianos, los moribundos se los deje solos, nosotros reaccionaremos
proclamando que son dignos de amor, de solicitud y de respeto».

El Señor nos ha querido apóstoles de lo positivo, lo bueno, lo amable, ahogando el mal en abundancia de
bien. Seamos en lo posible, como San Gabriel, portadores de gratas noticias para la familia y para el mundo.
Son ya muchos los que están empeñados en difundir el mal; pongamos nosotros más empeño en difundir el
bien, comenzando por la propia familia. «Hay dos puntos capitales en la vida de los pueblos: las leyes sobre
el matrimonio y las leyes sobre la enseñanza; y ahí, los hijos de Dios tienen que estar firmes, luchar bien y
con nobleza, por amor a todas las criaturas».


SAN RAFAEL ARCÁNGEL

San Rafael es uno de los Arcángeles mencionados en la Sagrada Escritura, donde se dice que es uno de los
siete espíritus que están delante de Dios. Rafael significa medicina de Dios. Fue enviado por el Señor para
acompañar al joven Tobías en su viaje y para socorrer a Sara en su adversidad. Desde muy antiguo la Iglesia
lo invoca como Patrono de los caminantes; especialmente es el intercesor en el camino de la vida. La fiesta
de San Rafael se encuentra ya en los libros litúrgicos de la Edad Media. Fue extendida a toda la Iglesia por
Benedicto XV en 1921; en la actualidad se celebra hoy, 29 de septiembre, junto a la de los Arcángeles
Miguel y Gabriel.


I. Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para Ti.

El Arcángel San Rafael se nos da a conocer principalmente por la historia de Tobías, «tan significativa por
el hecho de confiar a los ángeles los hijos pequeños de Dios, siempre necesitados de custodia, cuidado y
protección». Narra la Sagrada Escritura que cuando Tobías, joven aún, se disponía a emprender un largo
viaje, fue en busca de uno que le acompañara y se encontró con Rafael, que era un ángel. No supo Tobías al
principio quién era su compañero, pero a lo largo del camino tuvo ocasión de experimentar repetidamente su
protección. Le condujo felizmente hasta su pariente Raguel, con cuya hija Sara casó, después de librarla de
un mal espíritu. También curó a Tobías padre de su ceguera. Por eso se le venera como patrono de los
caminantes y enfermos.

Al regreso del viaje, el Arcángel descubrió su identidad: Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que
presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo.

La vida es un largo viaje que acaba en Dios. Para recorrerlo necesitamos ayuda, protección y consejo,
pues son muchas las posibilidades de extraviarnos, o de entretenernos innecesariamente en el camino,
perdiendo un tiempo precioso. Dios ha señalado a cada uno el sendero la vocación personal que conduce
hasta Él. Importa mucho no equivocar la ruta, pues de lo que se trata es de conocer y seguir la Voluntad de
Dios. Por eso, San Rafael, aunque a él nos podemos encomendar todos, es especial guía de aquellos que aún
han de conocer lo que Dios espera de ellos. Para unos, el sendero que conduce hasta Dios será el matrimonio
camino de santidad, cooperando con Dios para traer hijos al mundo, educándolos, sacrificándose por ellos
para que sean buenos hijos de Dios. «¿Te ríes porque te digo que tienes "vocación matrimonial"? Pues la
tienes: así, vocación.

»Encomiéndate a San Rafael, para que te conduzca castamente hasta el fin del camino, como a Tobías».

Sobre otros, Dios tiene unos planes llenos de una particular predilección. «¡Cómo te reías, noblemente,
cuando te aconsejé que pusieras tus años mozos bajo la protección de San Rafael!: para que te lleve a un
matrimonio santo, como al joven Tobías, con una mujer buena y guapa y rica te dije, bromista.

»Y luego, ¡qué pensativo te quedaste, cuando seguí aconsejándote que te pusieras también bajo el
patrocinio de aquel apóstol adolescente, Juan: por si el Señor te pedía más»; por si Él te pide todo, en una
entrega sin reservas.


II. ...Le daré también una piedrecita blanca, y escrito en la piedrecita un nombre nuevo, que nadie conoce
sino el que lo recibe. San Juan hace mención aquí a la costumbre de mostrar una piedra, sellada de forma
adecuada, como contraseña o billete de entrada para poder participar en una fiesta o banquete. Expresa la
vocación única y personal y las particulares relaciones con Dios que esa gracia lleva consigo.

Dios nos llama a cada uno para que, de modo voluntario, participemos en su proyecto divino de salvación.
Él es siempre el que llama, el que sabe verdaderamente cuáles son los planes mejores: No me habéis elegido
vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros. Ocurre algo parecido a lo que hace un director de cine que
busca los actores para el guion de su película. «Está sentado frente a su mesa de trabajo, sobre la cual yacen
desplegadas docenas de fotografías facilitadas por los agentes cinematográficos. Al cabo de un rato, escoge
una de ellas, la contempla detenidamente y dice a su secretaria: "Sí, éste es el tipo de mujer que necesito.
Llámela y cítela aquí mañana" (...).

»A través de este ejemplo imperfecto, desde luego podemos hacernos una idea de la razón de ser de
nuestra existencia. Allá, en lo más profundo de la eternidad hablando a lo humano, Dios proyectó el
Universo entero y escogió a los protagonistas todos del gran argumento que habría de desarrollarse hasta el
fin de los tiempos. Ante su divina mente fueron desfilando las fotografías de las almas ilimitadas en número
que Él podía crear. Cuando se topó con tu imagen, se detuvo y dijo: "Ésta es un alma que me mueve a
amarla... La necesito para que desarrolle un papel único, personal, y, luego, goce de mi presencia durante
toda la eternidad...». Dios se detuvo con amor, interesado, nos llamó a la vida, y luego a la entrega, al
cumplimiento fiel de sus planes, donde alcanzaríamos la plenitud, la felicidad. «En efecto señala el Papa
Juan Pablo II, Dios ha pensado en nosotros desde la eternidad y nos ha amado como personas únicas e
irrepetibles, llamándonos a cada uno por nuestro nombre, como el Buen pastor que a sus ovejas las llama por
su nombre (Jn 12, 25)» (11).

La vocación es ese proyecto divino sobre nuestras vidas que se presenta como un camino a recorrer, al
final del cual está Dios esperándonos. Importa mucho acertar con esta senda, con este papel que Dios quiere
que representemos en su obra de salvación. «Al escoger, al decidir, "lo que quiere Dios" se antepone siempre
a "lo que quiero yo", a lo que me gusta o lo que me apetece. Esto no significa que la voluntad de Dios y la
mía tengan que estar siempre en conflicto. A menudo, hacer su Voluntad es algo sumamente atractivo. Otras
veces, nuestra voluntad no corresponde exactamente a lo que Él mismo quiere. Pero el conflicto puede
surgir, y debemos estar dispuestos a rectificar siempre que seamos conscientes de que nuestra voluntad y la
Suya van por distinto camino. Será una prueba infalible de que amamos a Dios, la mejor manera de
corresponder a su amor».

Pidamos hoy al Santo Arcángel Rafael que nos guíe para que entre las muchas decisiones que hemos de
tomar en la vida sepamos buscar siempre la Voluntad de nuestro Padre Dios. Pidamos también por nuestros
amigos, especialmente por los más jóvenes, para que sepan acertar en su caminar hasta el Señor;
procuremos, como hizo el Arcángel, acompañarles de modo discreto y sencillo, como un buen amigo, en los
momentos más difíciles: que nunca les falten nuestro consejo y la firmeza de nuestra amistad, sin olvidar que
la tarea más divina es cooperar con Dios en la salvación de otras almas.


III. Ayudar a otros en su camino hacia el Señor es uno de los más nobles cometidos de nuestra existencia.
Nosotros queremos ir derechamente hacia el Señor, y en el camino encontramos con frecuencia a otros que
vacilan, que dudan o que desconocen la ruta. Dios nos da luz para otros: Vosotros sois la luz del mundo, ha
dicho el Maestro a todos los que le siguen. Más luz, cuanto más cerca estemos de Él. Los cristianos, cuando
nos mantenemos cerca del Señor, cuando nuestra amistad con Él es verdadera, somos «portadores de la única
llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse
oscuridades, penumbras ni sombras.

»El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine... De nosotros depende que
muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna». ¡Qué
alegría haber sido la ocasión para que un amigo haya encontrado su vocación, o para que alguien que
vacilaba se reafirme en sus pasos!

Muchas veces sucede lo que leemos en el Libro de Tobías: fue a buscar a alguien que le acompañara.
Nuestros amigos nos han de encontrar siempre dispuestos a recorrer con ellos el camino que lleva a Dios. La
amistad será el instrumento ordinario de Dios para que muchos se acerquen a Él, o para que descubran su
llamada a seguir a Cristo más de cerca. Por eso se manifiestan tan importantes esas virtudes que son el
soporte del trato amistoso con los demás: la ejemplaridad, la alegría, la cordialidad, el optimismo, la
comprensión, el desinterés...

La Sagrada Escritura califica la amistad como un tesoro: Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo
encuentra halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable. Eso mismo han de
poder decir muchos de cada uno de nosotros: que hemos sido para ellos ese amigo fiel de valor incalculable,
ante todo porque nuestra amistad sirvió siempre para que se acercaran más a Dios y, en muchos casos, para
que descubrieran y siguieran su propio camino, aquel al que el Señor les llamó desde la eternidad.

Cor Mariae dulcissimum iter para tutum. Corazón dulcísimo de María prepárales... prepáranos un camino
seguro.