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Esa mañana, cuando el rey Mwanga reunió la corte, vibraba en el aire una espasmódica espera. En la sala
se notaba la presencia insólita de algunos energúmenos, mientras el grupo de los pajes reales, espléndidos
ejemplares de belleza negra, se agolpaban alrededor del trono. Mwanga les dio una orden extraña: “Todos
los que no quieran rezar pueden quedarse aquí cerca del trono; en cambio, los que quieran rezar reúnanse allá
contra la pared”. El jefe de los pajes, Carlos Lwanga, fue el primero en apartarse, y luego lo siguieron otros
quince. “¿Pero ustedes rezan de verdad?”, preguntó el rey. “Sí, señor mío, nosotros rezamos de verdad”
contestó Carlos en nombre de todos sus compañeros cristianos, que habían pasado toda la noche anterior
rezando. “¿Y están resueltos a seguir rezando?” insistió el rey. “Sí, señor mío, siempre, hasta la muerte”.
“Entonces, mátenlos” les dijo bruscamente el rey a los verdugos. En efecto, “rezar” equivalía a “ser
cristianos” en ese reino de Mwanga, rey de Buganda, una región que actualmente pertenece a Uganda. Y en
el reino de Mwanga rezar, es decir, ser cristianos, estaba absolutamente prohibido.
Los comienzos, en realidad, habían sido buenos. El rey Mutesa al principio había acogido bien, en 1879, a
los Padres Blancos de Lavigérie, que después tuvieron que retirarse por las intrigas de algunos jefes.
Después, en 1885, fueron llamados nuevamente por Mwanga, y encontraron cristianos comprometidos que
ocupaban cargos de responsabilidad. El “katikiro”, una especie de canciller, había tramado una conjuración
contra el rey, pero fue descubierto por los cristianos. Entonces este se alió con los notables y brujos, y esta
alianza fue fatal para los cristianos. José Mukasa Balikuddembe, consejero del rey, fue decapitado el 15 de
noviembre de 1885; en mayo de 1886 fueron muertos Dionisio Sbuggwawo, Ponciano Ngondwe, Andrés
Kaggwa, Atanasio Bazzekuketta, Gonzaga Gonga, Matías Kalemba, Noé Mwaggali.
Después les tocó el turno a los pajes de los que hablábamos; pero tres se salvaron, según el uso, sacados a
suerte. Entre los trece “mártires” se encontraba Mbaga Tuzinda, hijo del jefe de los verdugos. Naturalmente
trató repetidamente de salvarlo, pero él no quiso separarse de sus compañeros. Entre ellos también había un
niño de trece años, Kizito. Los veintidós mártires de Uganda fueron beatificados por Benedicto XV, y
canonizados por Pablo VI el 18 de octubre de 1964, en presencia de los Padres del Concilio Vaticano II; y el
mismo Pablo VI consagró en 1969 el altar del grandioso santuario construido en Namugongo, en donde los
trece pajes, dirigidos por Carlos Lwanga, quisieron “rezar hasta la muerte”.
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