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19 junio 2024

San Romualdo, fundador de los camaldulenses, 1027

http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=427

Romualdo significa: glorioso en el mando. El que gobierna con buena fama. (Rom: buena fama Uald:
gobernar).

En un siglo en el que la relajación de las costumbres era espantosa, Dios suscitó un hombre formidable
que vino a propagar un modo de vivir dedicado totalmente a la oración, a la soledad y a la penitencia, San
Romualdo.

San Romualdo nació en Ravena (Italia) en el año 950. Era hijo de los duques que gobernaban esa ciudad.
Educado según las costumbres mundanas, su vida fue durante varios años bastante descuidada, dejándose
arrastrar hacia los placeres y siendo víctima y esclavo de sus pasiones. Sin embargo de vez en cuando
experimentaba fuertes inquietudes y serios remordimientos de conciencia, a los que seguían buenos deseos
de enmendarse y propósito de volverse mejor. A veces cuando se internaba de cacería en los montes,
exclamaba: "Dichosos los ermitaños que se alejan del mundo a estas soledades, donde las malas costumbres
y los malos ejemplos no los esclavizan".

Su padre era un hombre de mundo, muy agresivo, y un día desafió a pelear en duelo con un enemigo. Y se
llevó de testigo a su hijo Romualdo. Y sucedió que el papá mató al adversario. Horrorizado ante este triste
espectáculo, Romualdo huyó a la soledad de una montaña y allá se encontró con un monasterio de
benedictinos, y estuvo tres años rezando y haciendo penitencia. El superior del convento no quería recibirlo
de monje porque tenía miedo de las venganzas del padre del joven, el Duque de Ravena. Pero el Sr.
Arzobispo hizo de intermediario y Romualdo fue admitido como un monje benedictino.

Y le sucedió entonces al joven monje que se dedicó con tan grande fervor a orar y hacer penitencia, que
los demás religiosos que eran bastante relajados, se sentían muy mal comparando su vida con la de este
recién llegado, que hasta se atrevía a corregirlos por su conducta algo indebida y le pidieron al superior que
lo alejara del convento, porque no se sentían muy bien con él. Y entonces Romualdo se fue a vivir en la
soledad de una montaña, dedicado sólo a orar, meditar y hacer penitencia.

En la soledad se encontró con un monje sumamente rudo y áspero, llamado Marino, pero éste con sus
modos fuertes logró que nuestro santo hiciera muy notorios progresos en su vida de penitencia en poco
tiempo. Y entre Marino y Romualdo lograron dos notables conversiones: la del Jefe civil y militar de
Venecia, el Dux de Venecia (que más tarde se llamará San Pedro Urseolo) que se fue a dedicarse a la vida de
oración en la soledad; y el mismo papá de Romualdo que arrepentido de su antigua vida de pecado se fue a
reparar sus maldades en un convento. Este Duque de Ravena después sintió la tentación de salirse del
convento y devolverse al mundo, pero su hijo fue y logró convencerlo, y así se estuvo de monje hasta su
muerte.

Durante 30 años San Romualdo fue fundando en uno y otro sitio de Italia conventos donde los pecadores
pudieran hacer penitencia de sus pecados, en total soledad, en silencio completo y apartado del mundo y de
sus maldades. El por su cuenta se esforzaba por llevar una vida de soledad, penitencia y silencio de manera
impresionante, como penitencia por sus pecados y para obtener la conversión de los pecadores. Leía y leía
vidas de santos y se esmeraba por imitarlos en aquellas cualidades y virtudes en las que más sobresalió cada
uno. Comía poquísimo y dedicaba muy pocas horas al sueño. Rezaba y meditaba, hacía penitencia, día y
noche.

Y entonces, cuando mayor paz podía esperar para su alma, llegaron terribles tentaciones de impureza. La
imaginación le presentaba con toda viveza los más sensuales gozos del mundo, invitándolo a dejar esa vida
de sacrificio y a dedicarse a gozar de los placeres mundanos. Luego el diablo le traía las molestas y
desanimadoras tentaciones de desaliento, haciéndole ver que toda esa vida de oración, silencio y penitencia,
era una inutilidad que de nada le iba a servir. Por la noche, con imágenes feas y espantosas, el enemigo del
alma se esforzaba por obtener que no se dedicara más a tan heroica vida de santificación. Pero Romualdo
redoblaba sus oraciones, sus meditaciones y penitencias, hasta que al fin un día, en medio de los más
horrorosos ataques diabólicos, exclamó emocionado: "Jesús misericordioso, ten compasión de mí", y al oír
esto, el demonio huyó rápidamente y la paz y la tranquilidad volvieron al alma del santo.

Volvió otra vez al monasterio de Ravena (del cual lo habían echado por demasiado cumplidor) y sucedió
que vino un rico a darle una gran limosna. Sabiendo Romualdo que había otros monasterios mucho más
pobres que el de Ravena, fue y les repartió entre aquellos toda la limosna recibida. Eso hizo que los monjes
de aquel monasterio se le declararan en contra (ya estaban cansados de verlo tan demasiado exacto en
penitencias y oraciones y en silencio) y lo azotaron y lo expulsaron de allí. Pero sucedió que en esos días
llegó a esa ciudad el Emperador Otón III y conociendo la gran santidad de este monje lo nombró abad,
Superior de tal convento. Los otros tuvieron que obedecerle, pero a los dos años de estar de superior se dio
cuenta que aquellos señores no lograrían conseguir el grado de santidad que él aspiraba obtener de sus
religiosos y renunció al cargo y se fue a fundar en otro sitio.

Dios le tenía reservado un lugar para que fundara una Comunidad como él la deseaba. Un señor llamado
Málduli había obsequiado una finca, en región montañosa y apartada, llamada campo de Málduli, y allí
fundo el santo su nueva comunidad que se llamó "Camaldulenses", o sea, religiosos del Campo de Málduli.
En una visión vio una escalera por la cual sus discípulos subían al cielo, vestidos de blanco. Desde entonces
cambió el antiguo hábito negro de sus religiosos, por un hábito blanco.

San Romualdo hizo numerosos milagros, pero se esforzaba porque se mantuviera siempre ignorado en
nombre del que los había conseguido del cielo. Un día un rico al ver que al hombre de Dios ya anciano le
costaba mucho andar de pie, le obsequió un hermoso caballo, pero el santo lo cambió por un burro, diciendo
que viajando en un asnillo podía imitar mejor a Nuestro Señor.

En el monasterio de la Camáldula sí obtuvo que sus religiosos observaran la vida religiosa con toda la
exactitud que él siempre había deseado. Y desde el año 1012 existen monasterios Camaldulenses en diversas
regiones del mundo. Observan perpetuo silencio y dedican bastantes horas del día a la oración y a la
meditación. Son monasterios donde la santidad se enseña, se aprende y se practica.

San Romualdo deseaba mucho derramar su sangre por defender la religión de Cristo, y sabiendo que en
Hungría mataban a los misioneros dispuso irse para allá a misionar. Pero cada vez que emprendía el viaje, se
enfermaba. Entonces comprendió que la voluntad de Dios no era que se fuera por allá a buscar martirios,
sino que se hiciera santo allí con sus monjes, orando, meditando, y haciendo penitencia y enseñando a otros a
la santidad.

Veinte años antes el santo había profetizado la fecha de su muerte. Los últimos años frecuentemente era
arrebatado a un estado tan alto de contemplación que lleno de emoción, e invadido de amor hacia Dios
exclamaba: "Amado Cristo Jesús, ¡tú eres el consuelo más grande que existe para tus amigos!". Adonde
quiera que llegaba se construía una celda con un altar y luego se encerraba, impidiendo la entrada allí de toda
persona. Estaba dedicado a orar y a meditar.

La última noche de su existencia terrenal, fueron dos monjes a visitarlo porque se sentía muy débil.
Después de un rato mandó a los dos religiosos que se retiraran y que volvieran a la madrugada a rezar con él
los salmos. Ellos salieron, pero presintiendo que aquel gran santo se pudiera morir muy pronto se quedaron
escondidos detrás de la puerta. Después de un rato se pusieron a escuchar atentamente y al no percibir
adentro ni el más mínimo ruido ni movimiento, convencidos de lo que podía haber sucedido empujaron la
puerta, encendieron la luz y encontraron el santo cadáver que yacía boca arriba, después de que su alma
había volado al cielo. Era un amigo más que Cristo Jesús se llevaba a su Reino Celestial. Era el 19 de junio
de 1027. Fue canonizado por el Papa Gregorio XIII en el año 1582.

Todos estos datos los hemos tomado de la Biografía de San Romualdo, que escribió San Pedro Damián,
otro santo de ese tiempo. Al recordar los hechos heroicos de este gran penitente y contemplativo se sienten
ganas de repetir las palabras que decía San Grignon de Monfort: "Ante estos campeones de la santidad,
nosotros somos unos pollos mojados y unos burros muertos".