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Nació en Reims en 1651y murió en Rouen, las dos ciudades que hizo famosas Santa Juana de Arco.
Su vida coincide casi exactamente con los años del famoso rey Luis XIV.
Probablemente su existencia habría pasado desapercibida si se hubiera contentado con vivir de acuerdo a
su clase social adinerada, sin preocuparse por hacer ninguna obra excepcional en favor del pueblo
necesitado. Pero la fuerza misteriosa de la gracia de Dios encontró en él un instrumento dócil para renovar la
pedagogía y fundar las primeras escuelas profesionales y las más antiguas escuelas normales y fundar una
Comunidad religiosa que se ha mantenido en principalísimos puestos en la educación en todo el mundo. Este
santo fue un genio de la pedagogía, o arte de educar.
Si San Juan Bautista de la Salle viviera hoy aquí en la tierra abriría los ojos aterrado al ver que la
educación se ha secularizado, o sea se ha organizado como si Dios no existiera y sólo se preocupa por hacer
de los seres humanos unos animalitos muy buen amaestrados, pero sin fe, sin mirar a la eternidad ni
importarle nada la salvación del alma. Porque para él, lo imprescindible, lo que constituía su obsesión, era
obtener la salvación del alma de los educandos y hacerlos crecer en la fe. Si no hubiera sido por estos dos
fines, él no habría emprendido ninguna obra especial, porque esto era lo que en verdad le interesaba y le
llamaba la atención: hacer que los educandos amaran y obedecieran a Dios y consiguieran llegar al reino
eterno del cielo.
Juan Bautista había estudiado en el famoso seminario de San Suplicio en París y allí recibió una
formidable formación que le sirvió para toda su vida. Fue ordenado sacerdote y por su posición social y sus
hermosas cualidades parecía destinado para altos cargos eclesiásticos, cuando de pronto al morir su director
espiritual lo dejó como encargado de una obra para niños pobres que el santo sacerdote había fundado: una
escuela para niños y un orfelinato para niñas pobres, dirigido por unas hermanitas llamadas de El Niño Jesús.
Allí en esa obra lo esperaba la Divina Providencia para encaminarlo hacia la gran obra que le tenía destinada:
ser el reformador de la educación.
La Salle le dio un viraje de 180 grados a los antiguos métodos de educación. Antes se enseñaba a cada
niño por aparte. Ahora La Salle los reúne por grupos para darles clases (en la actualidad eso parece tan
natural, pero en aquel tiempo era una novedad). Antiguamente se educaba con base en gritos y golpes. El
padre Juan Bautista reemplazaba el sistema del terror por el método del amor y de la convicción. Y los
resultados fueron maravillosos. La gente se quedaba admirada al ver cómo mejoraba totalmente la juventud
al ser educada con los métodos de nuestro santo.
No les enseñaba solamente cosas teóricas y abstractas, sino sobre todo aquellos conocimientos prácticos
que más les iban a ser de utilidad en la vida diaria. Y todo con base en la religión y la amabilidad.
La Salle empezó a reunir a sus profesores para instruirlos en el arte de educar y para formarlos
fervorosamente en la vida religiosa. Y con los más entusiastas fundó la Comunidad de Hermanos de las
Escuelas Cristianas que hoy son unos 15,000 en más de mil colegios en todo el mundo. Y siguen siendo una
autoridad mundial en pedagogía, en el arte de educar a la juventud. El éxito de los Hermanos Cristianos fue
inmenso desde el principio de su congregación, y ya en vida del santo abrieron colegios en muchas ciudades
y en varias naciones. Un 15 de agosto los consagró San Juan Bautista a la Santísima Virgen y han
permanecido fervorosos propagadores de la devoción a la Madre de Dios.
Al principio algunos le fallaron porque el santo era tan bondadoso que no podía imaginar mala voluntad
en ninguno de sus discípulos. Para él todo el mundo era bueno, y por mucho que lo hubieran ofendido estaba
siempre dispuesto a perdonar y a volver a recibir al que había faltado. Y tuvo la prueba dolorosísima de ver
que algunos lo engañaron y se dejaron contagiar por el espíritu del mundo. Pero luego sus asesores lo
convencieron para que no aceptara a ciertos sujetos no confiables y que expulsara a algunos que se habían
vuelto indignos. Y el santo aceptando con toda humildad y mansedumbre los buenos consejos recibidos
procedió a purificar muy a tiempo su congregación.
Siendo de familia muy rica, repartió todos sus bienes entre los pobres y se dedicó a vivir como un
verdadero pobre. Los últimos años cuando renunció a ser Superior General de su Congregación, pedía
permiso al superior hasta para hacer los más pequeños gastos. Los viajes aunque a veces muy largos, los
hacía casi siempre a pie, y pidiendo limosna para alimentarse por el camino, durmiendo en casitas
pobrísimas, llenas de plagas y de incomodidades.
Una vez pasó todos los tres meses del crudísimo invierno, en una habitación sin calefacción y con
ventanas llenas de rendijas y con varios grados bajo cero. Esto le trajo un terrible reumatismo que durante
todo el resto de su vida le produjo tremendos dolores y las anticuadas curaciones que le hicieron para ese mal
lo torturaron todavía mucho más.
En su juventud, por ser de familia muy adinerada, había gozado de una alimentación refinada y muy
sabrosa. Cuando se dedicó a vivir la pobreza de una comunidad fervorosa y en la cual, los alimentos eran
rudos y desagradables, tenía que aguantar muchas horas sin comer, para que su estómago fuera capaz de
recibirle esos alimentos tan burdos.
Su sotana y su manto eran tan pobres y descoloridos, que un pobre no se los hubiera aceptado como
limosna.
Su humildad era tan grande que se creía indigno de ser el superior de la comunidad. Estaba siempre
dispuesto a dejar su alto puesto y alguna vez que por calumnias dispuso la autoridad superior quitarlo de ese
cargo, él aceptó inmediatamente. Pero todos los Hermanos firmaron un memorial anunciando que no
aceptaban por el momento a ningún otro como superior sino al Santo Fundador y tuvo que aceptar el seguir
con el superiorato.
No se cansaba de recomendar con sus palabras y sus buenos ejemplos, a sus religiosos y amigos que la
preocupación número uno del educador debe ser siempre el tratar de que los educandos crezcan en el amor a
Dios y en la caridad hacia el prójimo, y que cada maestro debe esforzarse con toda su alma por tratar de que
los jovencitos conserven su inocencia si no la han perdido o que recuperen su amistad con Dios por medio de
la conversión y deun inmenso horror al pecado y a todo lo que pueda hacer daño a la santidad y a todo lo que
se oponga a la eterna salvación.
Pasaba muchas horas en oración y les insistía a sus religiosos que lo que más éxito consigue en la labor de
un educador es orar, dar buen ejemplo y tratar a todos como Cristo lo recomendó en el evangelio: "haciendo
a los demás todo el bien que deseamos que los demás no hagan a nosotros".
San Juan Bautista de la Salle murió el 7 de abril de 1619 a los 68 años. Fue declarado santo por el Sumo
Pontífice León XIII en el año 1900. El Papa Pío XII lo nombró Patrono de los Educadores del mundo entero.
Santo educador: tú que recomendabas que se le concediera la máxima importancia a la clase de religión,
considerándola la más provechosa de todas en todo colegio y escuela, pídele al buen Dios que la clase de
religión vuelva a estar en primerísimo lugar en nuestros centros de educación y no vaya a ser reemplazada
jamás por otras asignaturas menos importantes. Y ruégale a Dios que nos envíe muchos y santos y muy
fervorosos profesores de religión.
http://www.ewtn.com/spanish/saints/Juan_Bautista_de_la_Salle.htm