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7 marzo 2024

Santas Perpetua y Felicidad

http://www.ewtn.com/spanish/saints/Felicidad_y_Perpetua.htm

Estas dos santas murieron martirizadas en Cartago (África) el 7 de marzo del año 203.

Perpetua era una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses. Pertenecía a una familia
rica y muy estimada por toda la población. Mientras estaba en prisión, por petición de sus compañeros
mártires, fue escribiendo el diario de todo lo que le iba sucediendo.

Felicidad era una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a luz una niña, que
después los cristianos se encargaron de criar muy bien.

Las acompañaron en su martirio unos esclavos que fueron apresados junto a ellas, y su catequista, el
diácono Sáturo, que las había instruido en la religión y las había preparado para el bautismo. A Sáturo no lo
habían apresado, pero él se presentó voluntariamente. Los antiguos documentos que narran el martirio de
estas dos santas, eran inmensamente estimados en la antigüedad, y San Agustín dice que se leían en las
iglesias con gran provecho para los oyentes. Esos documentos narran lo siguiente.

El año 202 el emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran adorar a los
falsos dioses tenían que morir. Perpetua estaba celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago
cuando llegó la policía del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad y los esclavos
Revocato, Saturnino y Segundo.

Dice Perpetua en su diario: "Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca había estado en
un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy
estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de
pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran
valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión".

Afortunadamente al día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los carceleros para que
pasaran a los presos a otra habitación menos sofocante y oscura que la anterior, y fueron llevados a una sala
a donde por lo menos entraba la luz del sol,y no quedaban tan apretujados e incómodos. Y permitieron que le
llevaran al niño a Perpetua, el cual se estaba secando de pena y acabamiento. Ella dice en su diario: "Desde
que tuve a mi pequeñín junto a mí, y a aquello no me parecía una cárcel sino un palacio, y me sentía llena de
alegría. Y el niño también recobró su alegría y su vigor". Las tías y la abuelita se encargaron después de su
crianza y de su educación.

El jefe del gobierno de Cartago llamó a juicio a Perpetua y a sus servidores. La noche anterior Perpetua
tuvo una visión en la cual le fue dicho que tendrían que subir por una escalera muy llena de sufrimientos,
pero que al final de tan dolorosa pendiente, estaba un Paraíso Eterno que les esperaba. Ella narró a sus
compañeros la visión que había tenido y todos se entusiasmaron y se propusieron permanecer fieles en la fe
hasta el fin.

Primero pasaron los esclavos y el díacono. Todos proclamaron ante las autoridades que ellos eran
cristianos y que preferían morir antes que adorar a los falsos dioses.

Luego llamaron a Perpetua. El juez le rogaba que dejara la religión de Cristo y que se pasara a la religión
pagana y que así salvaría su vida. Y le recordaba que ella era una mujer muy joven y de familia rica. Pero
Perpetua proclamó que estaba resuelta a ser fiel hasta la muerte, a la religión de Cristo Jesús. Entonces llegó
su padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le rogaba y le suplicaba que no persistiera
en llamarse cristiana. Que aceptara la religión del emperador. Que lo hiciera por amor a su padre y a su
hijito. Ella se conmovía intensamente pero terminó diciéndole: ¿Padre, cómo se llama esa vasija que hay ahí
en frente? "Una bandeja", respondió él. Pues bien: "A esa vasija hay que llamarla bandeja, y no pocillo ni
cuchara, porque es una bandeja. Y yo que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna otra
religión, porque soy cristiana y lo quiero ser para siempre".

Y añade el diario escrito por Perpetua: "Mi padre era el único de mi familia que no se alegraba porque
nosotros íbamos a ser mártires por Cristo".

El juez decretó que los tres hombres serían llevados al circo y allí delante de la muchedumbre serían
destrozados por las fieras el día de la fiesta del emperador, y que las dos mujeres serían echadas amarradas
ante una vaca furiosa para que las destrozara. Pero había un inconveniente: que Felicidad iba a ser madre, y
la ley prohibía matar a la que ya iba a dar a luz. Y ella sí deseaba ser martirizada por amor a Cristo. Entonces
los cristianos oraron con fe, y Felicidad dio a luz una linda niña, la cual le fue confiada a cristianas
fervorosas, y así ella pudo sufrir el martirio. Un carcelero se burlaba diciéndole: "Ahora se queja por los
dolores de dar a luz. ¿Y cuando le lleguen los dolores del martirio qué hará? Ella le respondió: "Ahora soy
débil porque la que sufre es mi pobre naturaleza. Pero cuando llegue el martirio me acompañará la gracia de
Dios, que me llenará de fortaleza".

A los condenados a muerte se les permitía hacer una Cena de Despedida. Perpetua y sus compañeros
convirtieron su cena final en una Cena Eucarística. Dos santos diáconos les llevaron la comunión, y después
de orar y de animarse unos a otros se abrazaron y se despidieron con el beso de la paz. Todos estaban a cual
de animosos, alegremente dispuestos a entregar la vida por proclamar su fe en Jesucristo.

A los esclavos los echaron a las fieras que los destrozaron y ellos derramaron así valientemente su sangre
por nuestra religión.

Antes de llevarlos a la plaza los soldados querían que los hombres entraran vestidos de sacerdotes de los
falsos dioses y las mujeres vestidas de sacerdotisas de las diosas de los paganos. Pero Perpetua se opuso
fuertemente y ninguno quiso colocarse vestidos de religiones falsas.

El diácono Sáturo había logrado convertir al cristianismo a uno de los carceleros, llamado Pudente, y le
dijo: "Para que veas que Cristo sí es Dios, te anuncio que a mí me echarán a un oso feroz, y esa fiera no me
hará ningún daño". Y así sucedió: lo amarraron y lo acercaron a la jaula de un oso muy agresivo. El feroz
animal no le quiso hacer ningún daño, y en cambio sí le dio un tremendo mordisco al domador que trataba de
hacer que se lanzara contra el santo diácono. Entonces soltaron a un leopardo y éste de una dentellada
destrozó a Sáturo. Cuando el diácono estaba moribundo, untó con su sangre un anillo y lo colocó en el dedo
de Pudente y este aceptó definitivamente volverse cristiano.

A Perpetua y Felicidad las envolvieron dentro de una malla y las colocaron en la mitad de la plaza, y
soltaron una vaca bravísima, la cual las corneó sin misericordia. Perpetua únicamente se preocupaba por irse
arreglando los vestidos de manera que no diera escándalo a nadie por parecer poco cubierta. Y se arreglaba
también los cabellos para no aparecer despeinada como una llorona pagana. La gente emocionada al ver la
valentía de estas dos jóvenes madres, pidió que las sacaran por la puerta por donde llevaban a los gladiadores
victoriosos. Perpetua, como volviendo de un éxtasis, preguntó: ¿Y dónde está esa tal vaca que nos iba a
cornear?

Pero luego ese pueblo cruel pidió que las volvieran a traer y que les cortaran la cabeza allí delante de
todos. Al saber esta noticia, las dos jóvenes valientes se abrazaron emocionadas, y volvieron a la plaza. A
Felicidad le cortaron la cabeza de un machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy
nervioso y equivocó el golpe. Ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza sobre el cepo y le
indicó al verdugo con la mano, el sitio preciso de su cuello donde debía darle el machetazo. Así esta mujer
valerosa hasta el último momento demostró que si moría mártir era por su propia voluntad y con toda
generosidad.

Estas dos mujeres, la una rica e instruida y la otra humilde y sencilla sirvienta, jóvenes esposas y madres,
que en la flor de la vida prefirieron renunciar a los goces de un hogar, con tal de permanecer fieles a la
religión de Jesucristo, ¿qué nos enseñarán a nosotros? Ellas sacrificaron un medio siglo que les podía quedar
de vida en esta tierra y llevan más de 17 siglos gozando en el Paraíso eterno. ¿Qué renuncias nos cuesta
nuestra religión? ¿En verdad, ser amigos de Cristo nos cuesta alguna renuncia? Cristo sabe pagar muy bien
lo que hacemos y renunciamos por El.