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Fuente: Catholic.net
Mártires de Japón
Martirologio Romano: En Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco
compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o religiosos de la Compañía
de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores, procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con
diecisiete laicos, fueron apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos,
incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces, manifestando su alegría por haber
merecido morir como murió Cristo (1597).
Compañeros en el martiro:
Juan de Goto Soan, Jacobo Kisai, religiosos de la Compañía de Jesús; Pedro Bautista Blásquez, Martín
de la Ascensión Aguirre, Francisco Blanco, presbíteros de la Orden de los Hermanos Menores; Felipe de
Jesús de Las Casas, Gonzalo García, Francisco de San Miguel de la Parilla, religiosos de la misma Orden;
León Karasuma, Pedro Sukeiro, Cosme Takeya, Pablo Ibaraki, Tomás Dangi, Pablo Suzuki, catequistas;
Luis Ibaraki, Antonio, Miguel Kozaki y su hijo Tomás, Buenaventura, Gabriel, Juan Kinuya, Matías, Francisco
de Meako, Ioaquinm Sakakibara y Francisco Adaucto, neofitos.(1597).
Fecha de canonización: 8 de julio de 1862 por el Papa Pío IX.
Breve Biografía
El primero que llevó el anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien trabajó allí en de
1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser unos 300.000. Humanamente hablando, es doble el
“secreto” que hizo posible esta expansión: el respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de
vida y las creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza cristiana, y el empeño de insertar
elementos locales en la predicación y en la administración.
Fue catequista jesuita un joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y 1566, de una rica familia
de Kyoto. Quería ser sacerdote pero su ordenación fue postergada “sine die”, porque la única diócesis
todavía no tenía obispo. Además, en 1587 el emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de
Corea, cambió su actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto de expulsión de los
misioneros extranjeros.
La orden se cumplió en parte: algunos misioneros permanecieron en el país de incógnito, y en 1593
algunos franciscanos españoles, dirigidos por Pedro Bautista, llegaron a Japón procedentes de Filipinas y
fueron bien recibidos por Hideyoshi. Pero poco después vino la ruptura definitiva, incluso por motives
políticos anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de diciembre fueron arrestados seis franciscanos (Pedro
Bautista, Martín de la Asunción, Francisco Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo
García), tres jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos terciarios
franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran catequistas.
Después de haberles cortado el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de Meaco a Nagasaki, para
exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien admiraron la heroica valentía que manifestaron
sobre todo en el momento de la muerte, cuando fueron crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero
de 1597. Despertaron gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio evangélico pronunciadas por
Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía que demostraron Luis Ibaraki (de 11 años), Antonio (de
trece) y Tomás Cosaki (de catorce), que murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum...”