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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Martirologio Romano: En la ciudad de Viterbo, en el Lacio (hoy Italia), santa Jacinta Mariscotti,
virgen, de la Tercera Orden Regular de San Francisco, la cual, después de perder quince años entregada a
vanos deleites, abrazó con ardor la conversión y promovió confraternidades para consolar a los ancianos,
fomentando el culto a la Eucaristía (1640).
Etimología; Jacinta = Aquella que es bella como la flor del jacinto, es de origen griego,
Puede ser un ejemplo para las niñas-bien. Bueno, es un ejemplo para todos, pero dado que su vida pasó
por unas situaciones peculiares de quienes proceden de buena cuna, tienen bienes materiales abundantes y
hasta pueden predecir un futuro lleno de posibilidades que mucha gente llama ´ideales”..., pues por eso
escribí lo que escribí. Sobre todo, cuando esas previsiones de futuro probables se convierten en sólo
futuribles por las disposiciones de la Divina Providencia. Y si no, conozcamos algo de su vida.
Nació cerca de Viterbo, en Vignatello, en el año 1585 del matrimonio formado por Marcantonio
Mariscotti y Octavia Orsini, condesa de Vignatallo. Top en la sociedad del tiempo. De sus hermanos hay
algo que decir también. Ginebra, que se llamó luego Inocencia, vivió y murió santamente como Terciaria
Franciscana de San Bernardino. Hortensia, joven virtuosa que casó con el marqués de Podio Catino, Paolo
Capizucchi. Sforza se casó con Vittoria Ruspoli y heredó el título de la familia de los Mariscotti. Galeazo
trabajó y murió en la Curia romana.
Se llamó Clarix como nombre bautismal. Sus padres quisieron darle la mejor educación y pensaron que el
camino óptimo era ponerla junto a sor Inocencia, su hermana, para que creciera al calor de los buenos
ejemplos y virtudes del monasterio. Su intención fue más buena que acertada. Todo lo de fuera le ilusiona, le
atrae, le embelesa y encanta más que el aire religioso de dentro. Abandona el monasterio y como conoce su
hermosura y la prosapia de su familia, se hace vanidosa, presumida y coqueta. Más, cuando su hermana
encontró su buen partido y, enamorada, contrajo matrimonio; ahora se vuelve tan ligera, mundana y
extraviada que está a las puertas de su definitiva ruina espiritual.
El único camino viable es entrar de la peor gana en el monasterio; y, más por despecho que por vocación,
toma el hábito de Terciaria franciscana con el nombre de Jacinta. Tiene veinte años.
Por diez años, que son bastantes, lleva en el convento una vida mundana. Su celda parece un bazar por los
lujosos adornos; la piedad en ella es tibieza; la mortificación prescrita, un tedio; hasta recibe las
amonestaciones con desprecio.
Pero con treinta años llega la hora de Dios y surge potente la casta noble y cristiana que lleva dentro. Una
enfermedad grave la espabila del sueño. Una confesión general es el comienzo. Se suceden los actos de
petición de perdón, de arrepentimiento, está horrorizada por el mal ejemplo... suenan las disciplinas en
público, da besos en los pies de sus hermanas, obediencia rendida, aceptación de los sufrimientos. La
conversa aparece en público alguna vez como animal, con la soga al cuello. Aunque claramente se tiene por
la mujer más pecadora la nombran vicesuperiora y maestra de novicias pero ha de vencer su repugnancia a
intentar educar a otras que son mejores. Ahora tiene su contento en la oración, es devota del Arcángel san
Miguel, ama sin cansancio la contemplación de la Pasión de Jesucristo, la Misa le da lágrimas, las imágenes
de la Virgen son su refugio. Le causan pena las almas que pasan por el extravío del pecado y por su
recuperación para Dios funda dos cofradías: La Compagnia dei Sacconi para la atención material de los
enfermos y ayudarlos a bien morir y La Congregación de los Oblatos de María para avivar la piedad, hacer
obras de caridad y fomentar el apostolado de los seglares. Aquí ya quiso recompensar Dios a su sierva
enamorada con dones extraordinarios como el de profecía, milagros, penetra los corazones, es instrumento
de conversión y el éxtasis es frecuente en ella ... Así hasta que murió el año 1640, cuando tenía cincuenta y
cinco.