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14 abril 2024

Santa Liduvina, virgen, enferma crónica, Bruselas, 1433

Oración: Santa Liduvina: Alcánzanos de Dios la gracia de aceptar con paciencia nuestros sufrimientos
como pago por nuestros pecados y para conseguir la conversión y salvación de muchos pecadores.

Historia: Esta santa es la Patrona de los enfermos crónicos. Ella nos enseña a aprovechar la enfermedad
para pagar nuestros pecados, convertir pecadores y conseguir un gran premio en el cielo. El decreto de Roma
al declararla santa dice: Santa Liduvina fue "un prodigio de sufrimiento humano y de paciencia heroica".

Liduvina nació en Schiedam, Holanda, en 1380. Su padre era muy pobre y tenía por oficio el de "celador"
o cuidador de fincas. Hasta los 15 años Liduvina era una muchacha como las demás: alegre, simpática, buena
y muy bonita. Pero en aquel año su vida cambió completamente. Un día, después de jugar con sus amigos
iban a patinar y en el camino callo en el hielo partiéndose la columna vertebral.

La pobre muchacha empezó desde entonces un horroroso martirio. Continuos vómitos, jaquecas, fiebre
intermitente y dolores por todo el cuerpo la martirizaban todo el día. En ninguna posición podía descansar.
La altísima fiebre le producía una sed insaciable. Los médicos declararon que su enfermedad no tenía
remedio.

Liduvina se desesperaba en esa cama inmóvil, y cuando oía a sus compañeras correr y reír, se ponía a
llorar y a preguntar a Dios por qué le había permitido tan horrible martirio. Pero un día Dios le dio un gran
regalo: nombraron de párroco de su pueblo a un verdadero santo, el Padre Pott. Este virtuoso sacerdote lo
primero que hizo fue recordarle que "Dios al árbol que más lo quiere más lo poda, para que produzca mayor
fruto y a los hijos que más ama más los hace sufrir". Le colocó en frente de la cama un crucifijo, pidiéndole
que de vez en cuando mirara a Jesús crucificado y se comparara con Él y pensara que si Cristo sufrió tanto,
debe ser que el sufrimiento lleva a la santidad.

En adelante ya no volvió más a pedir a Dios que le quitara sus sufrimientos, sino que se dedicó a pedir a
Nuestro Señor que le diera valor y amor para sufrir como Jesús por la conversión de los pecadores, y la
salvación de las almas.

Santa Liduvina llegó a amar de tal manera sus sufrimientos que repetía: "Si bastara rezar una pequeña
oración para que se me fueran mis dolores, no la rezaría". Descubrió que su "vocación" era ofrecer sus
padecimientos por la conversión de los pecadores. Se dedicó a meditar fuertemente en la Pasión y Muerte de
Jesús. Y en adelante sus sufrimientos se le convirtieron en una fuete de gozo espiritual y en su "arma" y su
"red" para apartar pecadores del camino hacia el infierno y llevarlos hacia el cielo. Decía que la Sagrada
Comunión y la meditación en la Pasión de Nuestro Señor eran las dos fuentes que le concedían valor, alegría
y paz.

La enfermedad fue invadiendo todo su cuerpo. Una llaga le fue destrozando la piel. Perdió la vista por un
ojo y el otro se le volvió tan sensible a la luz que no soportaba ni siquiera el reflejo de la llama de una vela.
Estaba completamente paralizada y solamente podía mover un poco el brazo izquierdo. En los fríos terribles
del invierno de Holanda quedaba a veces en tal estado de enfriamiento que sus lágrimas se le congelaban en
la mejilla. En el hombro izquierdo se le formó un absceso dolorosísimo y la más aguda neuritis (o
inflamación de los nervios) le producía dolores casi insoportables. Parecía que ya en vida estuviera
descomponiéndose como un cadáver. Pero nadie la veía triste o desanimada, sino todo lo contrario: feliz por
lograr sufrir por amor a Cristo y por la conversión de los pecadores. Y cosa rara: a pesar de que su
enfermedad era tan destructora, se sentía a su alrededor un aroma agradable y que llenaba el alma de deseos
de rezar y de meditar.

Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una noche Liduvina soñó que Nuestro Señor le
proponía: "Para pago de tus pecados y conversión de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una
cama o 38 horas en el purgatorio?". Y que ella respondió: "prefiero 38 horas en el purgatorio". Y sintió que
moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir. Y pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio
no terminaba, y al fin preguntó a un ángel que pasaba por allí, "¿Por qué Nuestro Señor no me habrá
cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio y ya llevo 3,800 horas". El
ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta: "¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?"
¡Pues 3,800! ¿Sabe cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su cadáver
todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no saben que Ud. se ha muerto. ¿No han
pasado cinco minutos y ya se imagina que van 3,800?". Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y
gritó: Dios mío, prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra. Y despertó. Y en verdad estuvo 38
años paralizada y a quienes la compadecían les respondía: "Tengan cuidado porque la Justicia Divina en la
otra vida es muy severa. No ofendan a Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es
algo terrible, que no podemos ni imaginar.

En 1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su pueblo) publicaron un
documento que decía: "Certificamos por las declaraciones de muchos testigos presenciales, que durante los
últimos siete años, Liduvina no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente
de la Sagrada Comunión que recibe".

Santa Liduvina, paralizada y sufriendo espantosamente en su lecho de enferma, recibió de Dios los dones
de anunciar el futuro a muchas personas y de curar a numerosos enfermos, orando por ellos. A los 12 años de
estar enferma y sufriendo, empezó a tener éxtasis y visiones. Mientras el cuerpo quedaba como sin vida, en
los éxtasis conversaba con Dios, con la Sma. Virgen y con su Ángel de la Guarda. Unas veces recibía de
Dios la gracia de poder presenciar los sufrimientos que Jesucristo padeció en su Santísima Pasión. Otras
veces contemplaba los sufrimientos de las almas del purgatorio, y en algunas ocasiones le permitían ver
algunos de los goces que nos esperan en el cielo.

Dicen los que escribieron su biografía que después de cada éxtasis se afirmaba más y más en su
"vocación" de salvar almas por medio de su sufrimiento ofrecidos a Dios, y que al finalizar cada una de estas
visiones aumentaban los dolores de sus enfermedades pero aumentaba también el amor con el que ofrecía
todo por Nuestro Señor.

Cambiaron al santo párroco que tanto la ayudaba, por otro menos santo y menos comprensivo, quien
empezó a decir que Liduvina era una mentirosa que inventaba lo que decía. El pueblo se levantó en
revolución para defender a su santa y las autoridades para evitar problemas, nombraron una comisión
investigadora compuesta por personalidades muy serias. Los investigadores declararon que ella decía toda la
verdad y que su caso era algo extraordinario que no podía explicarse sin una intervención sobrenatural. Y así
la fama de la santa creció y se propagó.

En los últimos siete meses Santa Liduvina no pudo dormir ni siquiera una hora a causa de sus tremendos
dolores. Pero no cesaba de elevar su oración a Dios, uniendo sus sufrimientos a los padecimientos de Cristo
en la Cruz.

Y el 14 de abril de 1433, día de Pascua de Resurrección poco antes de las tres de la tarde, pasó santamente
a la eternidad. Pocos días antes contempló en una visión que en la eternidad le estaban tejiendo una hermosa
corona de premios. Pero aun debía sufrir un poco. En esos días llegaron unos soldados y la insultaron y la
maltrataron. Ella ofreció todo a Dios con mucha paciencia y luego oyó una voz que le decía: "con esos
sufrimientos ha quedado completa tu corona. Puedes morir en paz".

La última petición que le hizo al médico antes de morir fue que su casa la convirtieran en hospital para
pobres. Y así se hizo. Y su fama se extendió ya en vida por muchos sitios y después de muerta sus milagros
la hicieron muy popular. Tiene un gran templo en Schiedam. Tuvo el honor de que su biografía la escribiera
el escritor Tomás de Kempis, autor del famosísimo libro "La imitación de Cristo".

Sus reliquias están en santa Gúdula de Bruselas.