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29 enero 2024

Afraates, Santo. Escritor Anacoreta

Martirologio Romano: Cerca de Antioquía de Siria (hoy en Turquía), san Afraates, anacoreta, que,
nacido y formado entre los persas, siguiendo las huellas de los magos se convirtió al Señor en Belén y se
retiró a Edessa, viviendo en una pequeña casa fuera de las murallas. Más tarde, con su predicación y sus
escritos defendió la fe católica contra los arrianos (c. 378).


Etimológicamente: Afraates = Aquel que vino de Africa, es de origen latino.

El más antiguo de los Padres de la Iglesia de Siria, es San Afraates, llamado "el Sabio persa" por los
escritores sirios posteriores. Muy poco es lo que conocemos sobre su vida, De sus escritos podemos concluir
que nació en el paganismo y que, al convertirse, abrazó la vida religiosa o de asceta. Poco tiempo después
aparece ya cual figura prócer dentro de la Iglesia de Siria. Afraates cambió su nombre por el de Santiago.
Ignoramos si esto aconteció al bautizarse, o si más bien tuvo lugar al ser consagrado obispo, conforme a una
costumbre oriental, y no precisamente al iniciarse en las órdenes sagradas. El nombre de Santiago explicaría
satisfactoriamente el que tanto Genadio como el traductor de las obras de Afraates al armenio le
confundiesen con Santiago de Nísibe.

Sobre la duración de su vida y la fecha de su muerte no tenemos dato alguno preciso. Sin embargo,
ateniéndonos a la ciencia de que él hace alarde, a su experiencia, al conocimiento de la Sagrada Escritura, es
verosímil admitir que era de edad avanzada cuando, en 340, iniciaba en Persia el rey Sapor la persecución
contra los cristianos. Por otra parte, Bar-Hebraeus nos presenta al escritor sirio como contemporáneo del
obispo de Seleucia-Ctesifón, Papas. Ahora bien Papas, promotor de tantos disturbios en la Iglesia de
mesopotámica, moría, según la cronología de Bar-Hebraeus, en 335. Estos datos concuerdan con los que el
mismo Afraates nos ha transmitido en sus obras. Apoyados en tales pormenores nos permitimos proponer
dos fechas que encierran la vida del escritor sirio: 280?-350?

Afraates es autor únicamente de 23 tratados o demostraciones, llamados erróneamente por algunos
escritores homilías. Cada uno de estos tratados empieza por una letra del alfabeto siríaco, siguiendo el orden
mismo del alfabeto. Las compuso en Persia bajo el reinado de Sapor. La fuerza y viveza de su estilo nos urge
a pensar, cual lugar de redacción, en aquellas provincias iranianas fronterizas con el Imperio romano. Esta
obra, dada a conocer por W. Cureton en 1855, tiene el gran mérito de ser el escrito más antiguo que
poseemos íntegramente en siríaco.

Abarca diversos temas de carácter teológico, ascético y disciplinar. Varios tratados son de controversia.
Polemiza con los judíos, que poseían en Persia y Mesopotámica grandes y célebres escuelas desde el tiempo
de la cautividad. Afraates finge como interlocutor un "doctor judío" cuyos argumentos va refutando con
brillantez.

De las 23 demostraciones nueve las escribió contra la estirpe israelita, tocando en ellas aquellos temas que
más caracterizan la religiosidad del pueblo escogido: circuncisión, pascua, el sábado, alimentos legales,
vocación de los gentiles, Cristo hijo de Dios, virginidad, persecución y restauración de la nación judía.

Otras diez son de carácter ascético-moral y expone temas tan sugestivos como el de la fe, caridad, ayuno,
ascetas, penitentes, humildad, etc. Dos son circunstanciales, exhortando en una de ellas al clero y pueblo de
Seleucia y Ctesifón, y en la otra sermonea sobre las guerras. Otras dos, por fin, son de sabor dogmático,
discutiendo con los herejes en torno a la resurrección, la muerte y los últimos acontecimientos del fin del
mundo. Compuso las diez primeras demostraciones en 336-337; las doce siguientes en 343-344 y la última
en agosto del 345.

Realmente la obra de Afraates es una síntesis de toda la doctrina cristiana. Desde el punto de vista de la
teología la labor del escritor sirio es pobre, sobre todo si se la compara con la de sus contemporáneos griegos
y latinos. Sin embargo, tiene a su favor la gran valía de ser el testimonio más antiguo de la fe de su país. Es
indiscutible también que sobre las materias por él tratadas su autoridad es considerable, porque vivía alejado
del mundo romano y de las controversias doctrinales que surgieron a consecuencia del concilio de Nicea.

Apartado de la contienda, San Afraates, cumpliendo la misión del buen pastor, se esfuerza por vivir su fe y
por hacerla vivir en todos los que le rodean. Sus comentarios a la Escritura son sencillos, pero eficaces y
penetrantes. La obra de Afraates no está exenta de errores doctrinales, pero no es mancha ninguna; sus
puntos de vista fueron luego compartidos por San Efrén y otros escritores de la época. Pese a estos
insignificantes desaciertos dogmáticos Afraates es un gran defensor de la ortodoxia y el conocimiento de sus
escritos presta al teólogo una buena ayuda.

Habla con bastante seguridad acerca de Dios, Santísima Trinidad, Jesucristo, sacramentos y alma. A la
Santísima Virgen dedica pocas líneas, como, en general, todos los escritores sirios, pero nos ofrece un
precioso testimonio cuando confiesa su perpetua virginidad y maternidad divina. María, nos dice San
Afraates, agradó más a Dios que todos los justos. Otro gran pilar sobre el que se levanta la grandeza de
María es su humildad. Los ángeles, mensajeros de Dios, le sirven, le presentan las oraciones de los hombres,
guardan a los individuos y a los pueblos y conducen a la humanidad al juicio. Afraates es un defensor
vigoroso de la divinidad de Jesús y de su filiación divina; sostiene también, con no menor pujanza, la
divinidad del Espíritu Santo. Aunque con terminología imprecisa su doctrina es abiertamente conforme a los
cánones de Nicea. Espléndido es asimismo el testimonio sobre el primado de San Pedro. Santiago y San
Juan, nos dice, son las columnas de la Iglesia, pero San Pedro es el fundamento.

Un segundo aspecto que no puede olvidarse en la obra de San Afraates es el interés que ofrece al filólogo
y al historiador. En los escritos del primero de los Padres sirios el filólogo tiene en sus manos la obra más
antigua de la literatura siríaca; le ha de interesar necesariamente la gramática y el léxico como punto de
partida de la tradición manuscrita de este país; otras obras, la Biblia por ejemplo, no son más que
traducciones y no obras originales.

El historiador profano advertirá en la obra de nuestro Santo las controversias con los gnósticos y judíos, y
no pocas alusiones a los acontecimientos de la época. El historiador eclesiástico encontrará en San Afraates
los orígenes del monacato oriental, vestigios de la jerarquía y organización de la comunidad cristiana de esta
época, clericato, sacramentos, fiestas y culto.

Otra faceta del Santo, la más descuidada por los escritores, es el considerarle como un gran maestro de
vida espiritual. Sus demostraciones sobre la fe, caridad, penitencia, ayuno, oración, humildad. etc., rezuman
sencillez y unción y despiden fuego. Tiene un sentido tan maravilloso de la mesura y de la bondad que
recuerda la dulzura de San Francisco de Sales. Y la doctrina espiritual de San Afraates se hace todavía más
importante porque tiene un carácter exclusivamente cristiano; nuestro Santo no ha sido influido por ninguna
filosofía, un acontecimiento raro entre griegos y sirios.

San Afraates es modelo y un ejemplar bien alto del sacerdote consagrado a su ministerio. Vivió
intensamente la vida de santidad, enseñó la fe, la predicó y polemizó por defenderla. Se entregó sin reserva a
evangelizar a su País. Hecho todo para todos, con justicia la Iglesia le incluye entre sus santos Y con orgullo
su patria le venera entre sus héroes.