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27 agosto 2026

Estad preparados

Mateo 24,42-51

«Velad, pues, ya que no sabéis en qué día vendrá vuestro Señor Sabed esto, que si el amo supiera a qué hora de la noche habría de venir el ladrón, estaría ciertamente velando y no dejaría que le horadasen su casa. Por tanto, estad también vosotros preparados, porque a la hora que no sabéis vendrá el Hijo del Hombre.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien su señor puso al frente de la servidumbre, para darles el alimento a su tiempo? Dichoso aquel siervo, a quien su amo al venir encuentre haciendo así. En verdad os digo que le pondrá al frente de su hacienda. Pero si ese siervo fuese malo y pensara en su interior: Mi señor tardará, y comenzase a golpear a sus compañeros y a comer y beber con los borrachos, el día que menos espere y a una hora desconocida vendrá el amo de ese siervo, y le dará el mayor castigo y le hará correr la suerte de los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.»

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“No sabéis en qué día vendrá vuestro Señor”. Aunque hay un momento concreto para la venida en gloria de Nuestro Señor, en realidad esa venida está permanentemente anticipada en el hoy y el ahora. Velar con el corazón es vivir como si Jesús estuviese viniendo en cada momento.

Ya cerca de su Pasión, Jesús pone a sus interlocutores ante una pregunta fundamental: ¿hacia dónde camináis en la vida y cómo lo hacéis? ¿Qué os mueve? Para ilustrar lo que quiere decir, usa ejemplos fácilmente comprensibles por todos. Jesús habla de dueños, de ladrones y de siervos. En esta vida tenemos unas posesiones y unos negocios que alguien quiere robarnos. Todo el que tiene una posesión o lleva un negocio sabe de la importancia de velar por sus bienes, de estar atento, de echar números, de protegerse de las posibles causas de ruina. Si un dueño no protege lo que le pertenece o no hace nada para que sus trabajadores obren bien y con responsabilidad quiere decir que sus pertenencias y negocios no le importan mucho. Uno se empeña por lo que ama.

Jesús aplica estos ejemplos a las almas. Todos tenemos un tesoro muy grande: hemos sido creados, por amor, a imagen y semejanza de Dios; hemos sido llamados a ser sus hijos; la sangre de Cristo se ha derramado por nosotros. Amados, enriquecidos con muchos dones, capaces de Dios y capaces de aportar en la edificación de la familia humana. Pero hay alguien que quiere robarnos y separarnos de Dios y de los demás. Alguien que quiere entrar en nuestro corazón y vaciarlo de todo lo grande, llenándolo de aspiraciones mezquinas y egoístas, propuestas, directa o indirectamente, por alguien que se presenta como ángel de luz que ofrece cosas aparentemente grandes, pero que, a fin de cuentas, se revelan como paja que se lleva el viento.

Jesús nos habla de la indolencia y de la hipocresía. Y nos pregunta: ¿te interesa lo que te ofrezco?, ¿lo valoras?, ¿lo guardas?, ¿lo cultivas? ¿Lo amas con el corazón y con obras? Velar es amar con el corazón eso que Dios nos ofrece. Velar es profundizar en el conocimiento de los tesoros recibidos. Velar es cultivar, fumigar y podar cuando sea necesario. Con la ilusión del agricultor que espera la cosecha, con la ilusión de que el Señor nos encuentre en cada momento, hoy y ahora, con un corazón enamorado. A esos deseos eficaces del corazón es a los que Dios escucha: ahí está el momento de nuestra salvación, en el hoy y el ahora que tengo entre manos.