Página inicio

-

Agenda

11 julio 2026

No tengáis miedo a los que matan el cuerpo

Mateo 10,24-33

«No es el discípulo más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al amo de la casa le han llamado Belcebú, cuánto más a los de su casa. No les tengáis miedo, pues nada hay oculto que no vaya a ser descubierto, ni secreto que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz; y lo que escuchasteis al oído, pregonadlo desde los terrados. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed ante todo al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno. ¿Acaso no se vende un par de pajarillos por un as? Pues bien, ni uno solo de ellos caerá en tierra sin que lo permita vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Por tanto, no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos.
A todo el que me confiese delante de los hombres, también yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos. Pero al que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.»

***

“No tengáis miedo”. Ante los posibles miedos a dar a conocer nuestra fe, Jesús nos enseña a buscar al Padre como hijos de Dios.

En este pasaje, Jesús nos habla de nuestros miedos. “No tengáis miedo” de proclamar el Evangelio. Nos llama a no ser cristianos en la oscuridad, sino cristianos a plena luz. Hoy día, existe el peligro de reducir la fe al ámbito privado, a pensar que mi fe la practico por mi cuenta, desvinculada de mi relación con los demás. La sociedad moderna nos presiona para que no difundamos el Evangelio, que lo mantengamos en nuestro fuero interno. Tenemos el peligro de convertirnos en cristianos de puertas adentro, de que nuestra vida cristiana no se vea reflejada en nuestra vida social y profesional. Jesús, en cambio, nos muestra un camino muy diverso “Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz”. Nos llama a ser testigos suyos en el mundo, a llevar su mensaje a todos los lugares de la tierra. A dar luz a los hombres, a llevar a Cristo en medio de todas nuestras circunstancias ordinarias del día a día, a todas las personas que nos rodean.

Otro de nuestros miedos, es el miedo a las personas que pretenden arrinconarnos a los cristianos. “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”. Los dueños de nuestra alma somos nosotros mismos, gobernamos nuestra propia vida, nuestro propio camino. Tan solo, debemos temer a los que buscan que caigamos en el pecado.

Jesús nos da la clave para superar nuestros miedos: el valor de ser hijos de Dios. No solo somos valiosos por ser imagen y semejanza de Dios, sino que Él nos ha hecho Sus hijos. Y al ser hijos, somos amados de forma absoluta por Dios. Queridos no por lo que hacemos, ni por cómo lo hacemos, sino por lo que somos: hijos amadísimos de Dios.

Esa confianza con nuestro Padre Dios, nos hace capaces de llevar a la oración con Dios todas nuestras realidades: nuestras fatigas, nuestros sufrimientos, nuestro compromiso cotidiano por ser cristianos. Todas nuestras actividades ordinarias son importantes para Dios “hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”. Con esa cercanía de un hijo con Su Padre, los miedos desaparecen. Esa certeza de ser amados nos lleva a ser capaces de dar testimonio de Jesús en el mundo.