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13 abril 2026

El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios

Juan 3,1-8

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él." Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios." Nicodemo le pregunta: "¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?" Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu."

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“Rabbí, sabemos que has venido de parte de Dios como Maestro, pues nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él”. Jesús aprovecha el asombro de Nicodemo para enseñarle la lógica divina, la de la acción del Espíritu Santo en nuestro interior.

El evangelio de hoy nos presenta el diálogo de Jesús con Nicodemo. Nos dice san Juan que Nicodemo era un judío influyente, del grupo de los fariseos. Esta posición social quizá explique que haya ido de noche a buscar a Jesús. No quería ser visto por sus compañeros, que se habían enfrentado en numerosas ocasiones con el nuevo maestro de Galilea.

Nicodemo estaba asombrado por los signos que estaba realizando Jesús y quería saber más, encontrarlo personalmente. No tiene problemas en manifestar su admiración, y le dice llanamente “nadie puede hacer los prodigios que tú haces si Dios no está con él” (v. 2). Esta curiosidad es ocasión para que Jesús lo introduzca en una lógica nueva, la lógica del Reino de Dios, que va a desconcertar a Nicodemo.

Jesús empieza a hablarle del nuevo Reino y como hacer para entrar en él. Para nosotros, cristianos acostumbrados al lenguaje de la fe, quizá no nos choquen las ideas de Jesús. Para Nicodemo en cambio resultaba misterioso ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer? (v. 4).

Jesús invita a este fariseo influyente a pensar que la cosa verdaderamente decisiva no es tanto los signos que ha visto sino el nuevo nacimiento que el Espíritu Santo genera en nuestro interior. Es la acción de Dios que nos hace dejar una vida según la carne para pasar a una vida según el espíritu. Con otras palabras, el Espíritu Santo nos empuja a abandonar el pecado, una vida centrada en nuestras cosas, en nuestro “yo”, para pasar a una vida de comunión con Dios y con los demás.

El contraste entre las dos mentalidades nos puede servir para pensar en nuestro modo de afrontar la vida cotidiana. La liturgia nos vuelve a poner delante esta famosa conversación para recordarnos que Dios actúa con otra lógica y que tantas veces nuestros modos de pensar y reaccionar no tienen en cuenta el punto de vista sobrenatural, son demasiado “humanos”. Jesús al prometer el don del Espíritu Santo viene a instaurar una nueva música, que como el viento no sabemos ni de dónde viene ni adónde va, y requiere de instrumentos dóciles, que estén dispuestos a seguir el ritmo Divino y aprender a bailar “al paso de Dios”.