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2 julio 2026

La gente alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad

Mateo 9,1-8

«Subiendo a una barca, cruzó de nuevo el mar y vino a su ciudad. Entonces le presentaron un paralítico postrado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados. Ciertos escribas dijeron en su interior: Éste blasfema. Conociendo Jesús sus pensamientos, dijo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: tus pecados te son perdonados, o decir: levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, dijo al paralítico: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. El se levantó y se marchó a su casa. Al ver esto las multitudes se atemorizaron y glorificaron a Dios por haber dado tal poder a los hombres.»

***

“Tus pecados te son perdonados”. El Señor nos espera en el sacramento de la penitencia, para perdonarnos los pecados, y llenar nuestra vida de paz como le sucedió al paralítico.
La fama de Jesús se va extendiendo y allá adónde va le presentan enfermos para que los cure. Este día llega a Cafarnaúm, su ciudad, y le presentan a un paralítico en una camilla.

Jesús, en cuanto le ve, le dice: “ten confianza, tus pecados te son perdonados”. Jesús mira al corazón de la persona y por eso le dice: tus pecados te son perdonados. Sí, aquella persona necesita ser curada, no puede valerse por sí misma, pero su corazón está necesitado del perdón de Dios.

Los fariseos, al escuchar a Jesús, piensan mal. Tienen un corazón mezquino, pequeño, cerrado, incapaz de abrirse a la verdad. Se creen poseedores de la verdad y terminan por no conocerla.

Jesús tiene con los fariseos una conducta acogedora, les dice: “¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: tus pecados te son perdonados o decir: levántate y anda?”

Y Jesús hace el milagro: “levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. El paralítico se levanta, coge la camilla y se marcha a su casa.

Vuelve a su casa totalmente curado. Vuelve con el corazón limpio y con la capacidad de hacer vida normal.

Los que asisten al milagro vuelven a su casa glorificando a Dios por las maravillas que han presenciado.

San Josemaría se maravillaba al contemplar el perdón de Dios. Decía en una ocasión: “Si consideramos las cosas despacio, veremos que un Dios Creador es admirable; un Dios, que viene hasta la Cruz para redimirnos, es una maravilla; ¡pero un Dios que perdona, un Dios que nos purifica, que nos limpia, es algo espléndido! ¿Cabe algo más paternal? ¿Vosotros guardáis rencor a vuestros hijos? ¿Verdad que no? Así Dios Nuestro Señor, en cuanto le pedimos perdón, nos perdona del todo. ¡Es estupendo!”[1].

Jesús nos espera en el sacramento de la penitencia para perdonarnos como perdonó al paralítico y llenar de paz nuestros corazones por el perdón.

[1] https://opusdei.org/es-es/article/la-misericordia-...