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16 marzo 2026

Anda, tu hijo está curado

Juan 4,43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: "Un profeta no es estimado en su propia patria." Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo: "Como no veáis signos y prodigios, no creéis."
El funcionario insiste: "Señor, baja antes de que se muera mi niño."
Jesús le contesta: "Anda, tu hijo está curado." El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino.
Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: "Hoy a la una lo dejó la fiebre." El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: "Tu hijo está curado." Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

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«El funcionario real le dijo: "Señor, baja antes de que mi hijo muera". Jesús le dijo: "Puedes irte; tu hijo vivirá". El hombre creyó lo que Jesús le dijo y se fue». Jesús sale al encuentro de nuestras necesidades, de las pequeñas y de las más profundas, para acrecentar nuestra fe.

En varios momentos del Evangelio, Nuestro Señor pide fe en Él y en sus palabras, y no sólo en los signos y milagros que realiza. En este pasaje parece que el funcionario real ha buscado a Jesús principalmente porque quiere que su hijo se cure y no por un interés particular en su enseñanza.

Jesús obtiene dos veces un acto de fe por parte del funcionario. El primero es el hecho de que, a pesar de las palabras duras que Jesús le dirige nada más encontrarse con él: "Si no veis señales y prodigios, no creeréis", este hombre no se sienta rechazado sino que insista en su petición. Ciertamente su respuesta, "baja antes de que muera mi hijo", no es la más convincente, pero sí suficiente para que el corazón de Jesús se ablande y obre el milagro.

En efecto, Dios, en su amor, nos ha facilitado el acercamiento a él, a través de la sagrada Humanidad del Hijo. Jesús es Dios, pero también es hombre; tiene un corazón humano y nos comprende muy bien.

Jesús responde al funcionario: "Ve, tu hijo está vivo". Y ahora el hombre tiene un dilema. Una vez más, se le pide que haga un acto de fe. Jesús le pide que crea que su hijo ya está curado. Pero creer significa irse de inmediato, en lugar de intentar llevarse a Jesús con él. Y leemos: "Aquel hombre creyó en la palabra que Jesús le dijo, y se fue".

Sólo cuando el hombre llega de vuelta, y se le dice que la fiebre dejó a su hijo "a la hora séptima", recibe una señal que confirma su fe. "Y creyó él y toda su familia". No es solo que crea en el milagro. Ahora tiene fe en Nuestro Señor: se ha convertido en un discípulo.

Al principio, la fe de este hombre no era muy sólida. Pero, cuando se le invita, cree, y eso es suficiente para Nuestro Señor, que realiza una señal espectacular. Como resultado de la curación, la fe de este hombre fue confirmada. Esta es la forma en que Dios actúa a menudo. Después de haber creído en Él, lo que significa poner nuestra confianza en Él, entonces Él obra un favor y eso a su vez reafirma nuestra fe. No solo eso, sino que también se fortalece a otros. Como resultado del milagro, toda su familia cree.