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15 marzo 2026

Fue, se lavó, y volvió con vista

Juan 9,1-41

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. [Y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?" Jesús contestó: "Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo."
Dicho esto,] escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado." Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: "¿No es ése el que se sentaba a pedir?" Unos decían: "El mismo." Otros decían: "No es él, pero se le parece." Él respondía: "Soy yo."
[Y le preguntaban: "¿Y cómo se te han abierto los ojos?" Él contestó: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver." Le preguntaron: "¿Dónde está él?" Contestó: "No sé."]
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo." Algunos de los fariseos comentaban: "Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado." Otros replicaban: ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?" Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?" Él contestó: "Que es un profeta."
[Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse." Sus padres respondieron así porque tenían miedo los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: "Ya es mayor, preguntádselo a él."
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador." Contestó él: "Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo." Le preguntan de nuevo: ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?" Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene." Replicó él: "Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder."]
Le replicaron: "Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?" Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que crea en él?" Jesús les dijo: "Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es." Él dijo: "Creo, señor." Y se postró ante él.
[Jesús añadió: "Para un juicio he venido ya a este mundo; para que los que no ve vean, y los que ven queden ciegos." Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron: "¿También nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste."]

***

1º. Toda la narración del Evangelio tiene la estructura de un signo, con el cual Jesús quiere dar testimonio de la salvación que él ha venido a traer.
Analicemos las actitudes de Jesús y el ciego.
-Por un lado Jesús se acerca al ciego, realiza un acto bastante extraño: hacer lodo y al ponérselo en los ojos, le pide que se vaya a "lavarse" a la piscina de Siloé.
Dos santos han, al comentar este pasaje del Evangelio, comentan:
San Ireneo habla de que el lodo que hace Jesús representa la "arcilla" con la que Dios creó al hombre, de tal manera que Jesús estaría "recreando" al hombre nuevo, al hombre salvado por su presencia.
San Agustín, nos dice que el agua de Siloé es el agua del bautismo, que habría introducido al ciego a la nueva vida de la fe.
Jesús se muestra en estas dos interpretaciones como el salvador, que ha venido a traer plenitud a la creación.
-Por otro lado, está el ciego.
Vemos a lo largo del texto que el ciego va a ir avanzando en su confesión de Dios: progresión en la fe:
-Al preguntarle por primera vez, ¿quién lo había sanado? Él responde: "el hombre que se llama Jesús".
-Después ante los escribas y fariseos, el que era ciego proclamará: "es un profeta".
-Posteriormente al encontrarse con Jesús, el que era ciego se referirá a Jesús como: "Señor".
-Y por último, vuelve Jesús a escena para preguntarle, ¿crees tú en el Hijo del hombre?
A lo que el ciego responderá: «creo, Señor". Y se postró ante él»
¡Vaya camino de salvación que vivió este ciego!
Lo que nosotros vivimos en años de vida, el ciego lo experimentó en uno o dos días.
Él supo reconocer no sólo que ya podía ver, sino que quien le había permitido tener la vista era su Salvador.
Esta confesión, por más obvia que nos parezca, no lo es, pues quienes convivían con este ciego confesaron exactamente lo opuesto: que Jesús era un pecador.

2º. Muchas veces hemos visto que ante un mismo hecho existen dos o más interpretaciones.
Tal como sucedió con el ciego y los fariseos, nosotros también podemos reconocer la presencia de Dios o rechazarla.
Pensemos en una crisis económica familiar, en una enfermedad terminal, en la muerte de un familiar o en alguna tragedia personal.
¿Cuántas veces estos hechos han servido para alejar a más de uno de la presencia y el amor de Dios?
-Escuchamos reclamos, enfados, críticas a la manera de proceder de Dios y al final la ruptura de la relación de fe.
-Sin embargo, ante estos mismos sucesos, nos hemos encontrado con personas que habiendo tenido una relación tibia con Dios, pasan a vivir una relación intensa de presencia del amor de Dios, de confianza absoluta, de una esperanza que hasta a ellos mismos los sorprende.
Esto fue lo que vivió el ciego de nacimiento.
Él vivía como rechazado de Dios, condenado a la ceguera por el pecado de sus parientes.
Sin embargo, Jesús se vale de esta condición para irlo acercando al amor de Dios, de tal manera que el gran milagro no fue la curación física (pues cuando murió sus ojos no volvieron a ver más), sino la relación de amor en la que fue introducido el ciego que jamás terminaría.
Esta es la salvación que Jesús quiere ofrecernos.
Una salvación que vence cualquier obstáculo, ya sea una enfermedad física o del corazón, ya sea una crisis personal o familiar.
Jesús está para abrazarnos, amarnos y abrirnos los ojos a la verdadera luz, la luz del amor que todo lo puede en aquel que nos ha amado primero.
PABLO CARDONA