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12 septiembre 2025

¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?

Lucas 6, 39-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
No está un discípulo sobre su maestro, sí bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».

***

Por la vergüenza, a la santidad
Ojalá no lo olvidásemos nunca. Deberíamos grabar la frase en piedra o, al menos, en uno de esos imanes que la gente pone en la nevera para mirarlo cada vez que va Mariano a buscar la chocolatina:
No está el discípulo por encima de su maestro.
Junto a la frase, un crucifijo. Para que lo mires, y recuerdes tu sitio. Dice santo Tomás que la santidad reside en amar lo Cristo en la Cruz amó, y en despreciar lo que, subido al Leño, despreció el Señor.
Y si, antes de abrir la nevera, lees la frase y miras el crucifijo… ¿cogerás la chocolatina? Unas veces sí, y otras no, porque no habla Jesús del chocolate. Aunque nada de tu vida queda fuera de ese lema. Pero, más que de gula, examínate de vergüenza.
Ojalá sientas vergüenza si ves que no te privas de nada, mientras a Él lo han privado de todo. Ojalá sientas vergüenza cuando quieras que te traten mejor que a un crucificado. Ojalá sientas vergüenza cuando digas «no» a Dios, ante quien llevó su «sí» hasta la muerte.
Ya ves: por la mirada a la Cruz llegas a la vergüenza. Y, por la vergüenza, a la santidad.