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10 septiembre 2025

Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!

Lucas 6, 20-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».

***

¿Dónde está tu alegría?
Podemos leerlas en san Mateo o en san Lucas; del derecho o de revés; deprisa o despacio… El mensaje de las Bienaventuranzas, al final, siempre es el mismo: la felicidad del hombre no está en este mundo, sino en el otro. Lo cual no quiere decir que haya que esperar a morirse para ser plenamente felices, sino que deberíamos escuchar más a menudo a san Pablo: Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra (Col 3, 2).
Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios
. Si no aprendemos a encontrar nuestra alegría en Dios, seremos unos desdichados. Pero si el Señor es nuestra delicia, seremos los más felices de entre los hombres. Este mundo no da alegría; a lo sumo, da alegrías, alegrías pequeñas que vienen y van, dejando paso a tristezas pequeñas que van y vienen. La alegría verdadera, la que no pasa, sólo la da Dios a quienes lo aman.
Quizá deberíamos preguntarnos qué buscamos: ¿buscamos las alegrías de este mundo a través de Dios, o buscamos a Dios mismo a través de las pobrezas y riquezas, alegrías y tristezas de este mundo? Cuando sólo a Dios buscamos, somos pobres ante Él.