-
Mateo 19, 13-15
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
«Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos». Les impuso las manos y se marchó de allí.
***
Perfectos insensatos
Hace pocos días contemplábamos cómo Simón, invitado por Jesús a salir de la barca y a caminar hacia Él, apenas pudo dar unos pasos sobre al agua antes de hundirse, presa del miedo. Hoy, el mismo Simón, mientras regaña a los niños que desean aproximarse a Jesús, tendrá que escuchar estas palabras:
Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.
¡Qué paradoja! «Tú no pudiste acercarte a Mí sobre las aguas, y ahora quieres impedir que los niños se me acerquen. Pero ellos lo harán mejor que tú, porque tú estás atrapado entre tus miedos, mientras los niños son unos “perfectos insensatos”, y no tienen respetos humanos. ¡Si aprendieras de ellos!».
Aprende también tú. Porque, en ocasiones, con la excusa de que el sacerdote tiene mucho que hacer y no lo quieres molestar, temes pedirle que te confiese. Otras veces prefieres no pedirle a Dios según qué cosas, por miedo a la decepción que experimentarías si no te las concediese. Incluso has llegado a pensar en dejar de confesarte, porque ese pedir tantas veces perdón por «lo mismo» te parece abusar de la misericordia divina.