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28 julio 2025

El grano de mostaza se hace un arbusto, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas

Mateo 13, 31-35

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?»
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

***

Abre bien los ojos hoy
Supón que hubieras estado en aquel monte donde Jesús multiplicó los panes y los peces. Supón que hubieras sido tú ese muchacho que tenía cinco panes de cebada y dos peces. Después de ver cómo Jesús convertía tu ofrenda en alimento para miles de personas, después de haber comido hasta saciarte, ¿cómo habrías vuelto a casa? ¿Verdad que habrías llegado radiante, con deseos de contar a toda tu familia lo que habías presenciado?
Pues, entonces, abre bien los ojos, porque hoy vas a ir a misa, y allí sucederá un milagro mucho mayor. Cuanto sucedió en el monte no fue sino un anuncio del milagro que tú presenciarás hoy.
Hoy, ante tus ojos, el sacerdote presentará a Dios un poco de pan, y un poco de vino. También tu vida, si quieres, irá incluida en esa ofrenda, tan pobre cuando se trata de honrar a todo un Dios. Y, cuando el sacerdote pronuncie las palabras de la consagración, esa pobre ofrenda se transformará en el cuerpo y la sangre de Cristo, capaces de redimir a la Humanidad entera. Te saciarás con ese pan.
¿Cómo llegarás a casa, después de misa? ¿Cómo volverás a tus amigos y parientes? ¿Se te notará?