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Juan 21, 15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, le dice a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?». Él le contestó:
«Sí, Señor, tú, sabes que te quiero». Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos». Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le contesta: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Él le dice: «Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras». Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme».
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Fui joven, ya soy viejo
Prediqué acerca del sentido del sufrimiento. Al terminar, una joven me dijo: «A mí me gusta mi vida. Yo estoy muy bien, salgo mucho de fiesta, tengo amigos, he aprobado todo y dentro de nada estaré de vacaciones».
Me sonreí por dentro. Y por fuera. Se notaba a la legua que la chica vive con papá y mamá, que papá y mamá son un matrimonio bien avenido, que la comida está puesta cuando ella llega a casa, su ropa está lavada todas las mañanas y no tiene la menor idea de la cuota de hipoteca que sus padres pagan cada mes por la casa en que vive. No sé si la juventud es divino tesoro o alucinación pasajera.
Cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Llega un día en que papá y mamá dejan de protegernos, y la vida nos lleva por caminos empedrados que no elegimos nosotros. Es entonces cuando Jesús nos pastorea, y nos conduce por las sendas que Él anduvo. Termina el tiempo de la alucinación, y comienza el del amor. Es la hora de la Verdad.