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Mateo 5, 27-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo “No cometerás adulterio”. Pues yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”.
Pues yo os digo que si uno repudia a su mujer - no hablo de unión ilegítima - la induce a cometer adulterio, y el que se case con la repudiada comete adulterio».
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Miradas que limpian
Hay personas a quienes les gusta cerrar los ojos cuando rezan. Supongo que lo hacen para no distraerse. A mí me sucede lo contrario: si cierro los ojos mientras rezo, se me dispara un proyector mental que me llena la cocotera de preocupaciones y de ruidos. Por eso prefiero fijar la mirada en el sagrario, en el crucifijo, o en una imagen de la Virgen; me ayuda a centrar la atención. Y, de regalo, esas miradas me proporcionan una ganancia adicional:
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. Si una mirada lasciva ensucia el corazón hasta el punto de moverlo a pecar (¡cuántos jóvenes enfangados por culpa de la pornografía!), la mirada dirigida a imágenes santas limpia por dentro el corazón y el alma. Mirar con atención un sagrario, un crucifijo, o un cuadro de la Virgen es como introducir limpieza a través de los ojos para que alcance lo más profundo del espíritu.
Recuerda que los limpios de corazón, según las palabras del Señor, verán a Dios. Y acostúmbrate a mirar imágenes santas, para que, así, puedas un día ver lo que esas imágenes representan.