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11 junio 2025

Id y proclamad que el reino de de los cielos está cerca

Mateo 10, 7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«ld y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.
Gratis habéis recibido, dad gratis.
No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en una ciudad o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros.
Si alguno no os recibe o no os escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies.
En verdad os digo que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra que a aquella ciudad».

***

Sin esperar nada a cambio
Vivimos de espera, y la espera nos mata.
Cuando amamos a alguien, siempre esperamos respuesta. Ya que le tratamos con cariño, esperamos que nos trate bien, que nos consuele cuando lo necesitamos, que preste atención a nuestros dolores… Y entonces descubrimos que el prójimo no está a la altura de nuestras expectativas. Y nos sentimos defraudados.
Culpa nuestra. ¿Por qué esperamos de los hombres –que son tan pobrecitos como nosotros– lo que sólo de Dios podemos recibir?
Gratis habéis recibido, dad gratis. ¿Acaso Dios ha esperado a que estemos a la altura para amarnos? ¿No nos trata con cariño, incluso cuando lo ofendemos? ¿No nos abre los brazos siempre que volvemos a Él? ¿No está pendiente de nosotros cuando nosotros nos olvidamos de Él?
Si tanto amor recibimos a cambio de nada… ¿Por qué no amamos así al prójimo?
Si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. El amor que damos a los demás siempre vuelve a nosotros. Aunque, en ocasiones, vuelva en forma de Cruz. ¿No la abrazaremos, como ha abrazado Cristo nuestros desprecios para redimirnos?
Creo, de verdad, que, si amásemos así, redimiríamos la tierra.