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9 mayo 2025

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida

Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

***

Lo único que da vida al hombre
Sé que es duro decirlo, pero ¿cómo ser blando mientras glosas un sermón que a Jesús le costó quedarse sin discípulos? ¿No sería cobardía?
Suene como suene, diré que todo cuanto hace el hombre, desde que se levanta hasta que se acuesta, le quita la vida; es decir, lo mata poco a poco. No basta decir que «fumar mata». Vivir mata. Trabajar cansa, los placeres se pagan –algunos a buen precio–, tener hijos envejece, el deporte desgasta… En cuanto a comer y dormir, no hacen sino aplazar la sentencia de muerte que pesa sobre el hombre. No dan vida; simplemente difieren el desenlace.
Lo único que da vida al hombre sobre la faz de la tierra es comulgar. Comulgar convierte en vida la misma muerte, y hace que trabajar, gozar, tener hijos, hacer deporte, comer y dormir se conviertan, también, en vida eterna cuando son prolongación de la Eucaristía.
Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. No soy yo quien lo dice; yo, simplemente, lo gloso. Quien lo dice es Dios encarnado, el Único que da vida eterna al hombre alimentándolo con su cuerpo y su sangre.