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31 mayo 2025

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?

Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamo:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

***

No a todo el mundo le alegra
Si uno quiere conocer cómo es la verdadera alegría, esa alegría que llena el alma, se asienta en ella, y se queda a vivir con su huésped para siempre, tiene que leer el Magníficat.
Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava… El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo… Él hace proezas con su brazo… Auxilia a Israel, su siervo…
Podría transcribir el canto entero. Porque el único protagonista de ese canto, y la única fuente de alegría de la Virgen, es Dios. Nada más, y nada menos.
Hay que rezar mucho, vivir muy recogido y abismado en Dios, para tener esas alegrías, y no las de «he dormido bien», «no me duele nada», «he triunfado», «he sacado adelante mis planes», «me han tratado bien», etc.
Eso no sale solo. A la gente le dices que Dios es bueno, y te responde que muy bien, pero que a él le duele la espalda. Solamente quienes rebosan vida espiritual se llenan de gozo con la bondad de Dios. Y, para rebosar vida espiritual, hay que estar muy llenos de Espíritu. Eso sólo se logra con oración y sacramentos.