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Juan 10, 1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».
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¡Oh, pastor enloquecido!
Estamos tan acostumbrados a los evangelios, que nos hemos inmunizado contra ellos. Apenas nada nos escandaliza; todo nos suena a «ya leído», «ya escuchado», «ya aprendido»… Tanto peor para nosotros.
Sin embargo, aquellas gentes que escuchaban, por vez primera, las palabras del Señor debieron escandalizarse, y no sólo con el discurso del Pan de vida. ¿Qué sintieron ante las palabras el buen pastor da su vida por las ovejas? Que un pastor dé su vida por las ovejas es tan disparatado como que mi hermana dé su vida por su perra. Quizá pensaron que un pastor así no es un buen pastor, sino un pastor loco.
Y hubieran acertado. Porque locura, y locura de Amor, es que Dios haya enviado a su Hijo a la muerte, y que este Hijo haya aceptado una muerte ignominiosa por salvar a unos hombres que habíamos renegado de Él, y a quienes no necesitaba para nada.
La Cruz, contemplada en Pascua como la puerta abierta de los cielos, sigue siendo el gran misterio de Amor. Contémplala sin descanso, y pregunta: «¿Quién soy yo, Señor, para que me hayas abierto esa puerta con tu sangre?». ¡Oh, Pastor loco! ¡Qué dicha, ser contado entre tus ovejas!