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14 marzo 2025

Vete primero a reconciliarte con tu hermano

Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: Todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».

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Conversiones y perversiones
El buen ladrón. Algunos dirán que «así, cualquiera»: toda la vida robando, y diez minutos de piedad al final del camino le obtuvieron el cielo. Yo prefiero pensar que menos mal, que benditos diez minutos, porque menuda pena de vida había llevado. Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez. Vale también para quien se «arregla» con el demandante en los últimos diez metros. ¡Bendito sea Dios!
Lo contrario: Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió (Ez 18, 26). Pero si un justo se pervierte en el minuto 90 del partido, deja claro ante la afición que era un tibio. Si hubiera sido fervoroso, no se hubiera pervertido.
Puedes pasar la noche mirando al Oriente en espera del alba, y darte la vuelta diez minutos antes de que amanezca; pocas ganas tenías, entonces, de ver el sol. O puedes pasar la noche borracho, escuchar un aviso antes del amanecer, y recibir llorando la luz. Pero lo mejor es pasar la vida suspirando por Dios, y verlo llegar con gozo a la hora de la muerte.