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6 noviembre 2025

Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta

Lucas 15, 1-10

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿que mujer tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría habrá tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

***

El rebaño de una sola oveja
La parábola de la oveja perdida tiene una puerta reservada a los disconformes. ¿Por qué el pastor abandona a las noventa y nueve para buscar a una sola? ¿Y si, cuando regresa con ella, descubre que las fieras han hecho estragos en el rebaño? ¿Habrá perdido a noventa y nueve para salvar sólo a una? ¿Es sensato obrar así?
Claro que no es sensato obrar así. Pero no es ésa la intención de la parábola, porque Cristo, el buen pastor, no abandona a nadie.
Al dejar a las noventa y nueve en el desierto, el pastor demuestra que ama a la oveja perdida y se desvela por ella como si no tuviera a nadie más a quien amar en este mundo, como si ella fuera su única oveja.
Así me quiere el Señor. Cuando sus ojos se posan en mí, me parece que Cristo no tuviera otra cosa que hacer en toda la eternidad que mirarme; que no hubiera criatura en esta tierra con quien tuviese yo que compartir su corazón. Me ama como si sólo yo existiese, y derrama en la Cruz toda su sangre solamente por mí.
El rebaño de Cristo no tiene cien ovejas; tiene una: tú.