-
Lucas 21, 5-11
En aquel tiempo, algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo:
«Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo:
«Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien “Esta llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el final no será enseguida». Entonces les decía:
«Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambre y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».
***
No pasa nada
No es lo mismo contemplar desde un balcón la voladura de un edificio que estar allí mientras se te cae encima la casa.
El fin del mundo es fin del mundo para quienes son del mundo. Igual que la muerte es muerte para quien pertenece a la muerte. Pero nosotros no somos del mundo, estamos de paso. Y tampoco le pertenecemos a la muerte, sino a la vida.
Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo.
Por eso Cristo habla con esa serenidad sobre el fin del mundo, y también por eso muere con esa majestad. Porque, aunque camina por la tierra y atraviesa la muerte, donde está sentado es en el Cielo.
Un alma que vive en gracia y de la gracia está sentada en el Cielo junto a Cristo, como un niño en brazos de su madre.
Aunque la Basílica de San Pedro se desplome sobre la plaza, aunque el Monasterio de El Escorial se venga abajo, aunque las estrellas caigan del Cielo… Mientras Dios no deje de amarnos, todo eso es sólo dolor. No pasa nada.