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Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo, los magistrados hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a si mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
Había también por encima de él un letrero:
«Éste es el rey de los judíos».
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justa-mente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo».
Y decía:
«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
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Si las casas hablasen…
Mira la veleta, tan deslumbrante, tan campanuda, tan engreída… Desde lo más alto de la casa, proclama a los cuatro vientos su superioridad, aunque ella misma es esclava de los vientos: «Soy rey. Estoy en la cumbre». Las ventanas, balcones y columnas, como alucinadas por el esplendor de la veleta, la miran y tiemblan, unos de miedo, y otros de admiración.
Los cimientos callan. En lo más bajo, pisados, ignorados y despreciados, habitan en lo escondido y sostienen el peso del edificio. Poco les afecta el cacareo de la veleta y el desvarío de los vientos. Un día, cuando el estúpido gallo de oro esté pronunciando su más ampuloso discurso, les bastará un leve movimiento, y toda la casa temblará, caerá la veleta y se romperán los cristales. Las piedras que estén asentadas sobre los cimientos serán arrancadas de esta tierra y llevadas al cielo por quien, desde abajo, todo lo sostenía en silencio.
Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Podéis burlaros de quien ahora calla. Pero no hay más rey que Él. Apoyad en Él vuestra vida, y viviréis para siempre. Seguid soñando que sois dioses, y, cuando Él despierte, moriréis sin remedio.