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20 noviembre 2025

¡Si comprendieras lo que conduce a la paz!

Lucas 19, 41-44

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía:
«¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de tu visita».

***

Visitadores de Dios
Jerusalén era llamada «ciudad de Dios». Se la consideraba la «niña de los ojos» de Yahweh. Pero cuando el Señor quiso visitar a su ciudad más amada, sus habitantes dijeron del Hijo de Dios que tenía un demonio y lo crucificaron.
No reconociste el tiempo de tu visita.
A ti y a mí nos visita Dios frecuentemente en la Eucaristía (¿comulgas a diario?), y a Él le pido que no dejemos de reconocerlo, en cada encuentro, como el único Señor de nuestros corazones.
Y a muchos otros, que no conocen el nombre de Cristo, también quiere Dios visitarlos, y para ello nos envía. Somos «visitadores» de Dios. Por eso debes procurar, con tu vida, que los hombres vean en ti a un enviado del Cielo. La forma en que tratas a quienes están lejos de Dios debería llevarles el mensaje de que Dios los ama.
Tendrás, también, que llorar las lágrimas de Cristo, porque muchos no querrán reconocer el tiempo de esa visita. Y esas lágrimas serán tan redentoras como lo fueron las del Salvador. Al menos, jamás podrán decir que Dios no los visitó.
Salvo que te quedes en casa, claro. Pero ¿qué pinta un apóstol metido en casa?