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19 noviembre 2025

¿Por qué no pusiste mi dinero en el banco?

Lucas 19, 11-28

En aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios iba a manifestase enseguida.
Dijo, pues:
«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles:
“Negociad mientras vuelvo”.
Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo: “No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quien había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo:
“Señor, tu mina ha producido diez”. Él le dijo:
“Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”.
El segundo llegó y dijo:
“Tu mina, señor, ha rendido cinco”. A ese le dijo también: “Pues toma tú el mando de cinco ciudades”.
El otro llegó y dijo:
“Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente, que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”. Él le dijo:
“Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”.
Entonces dijo a los presentes:
“Quitadle a este la mina y dádsela al que tiene diez minas”. Le dijeron:
“Señor, si ya tiene diez minas”.
“Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no me querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”». Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

***

En tierra hostil
La parábola de las minas, relatada por san Lucas, aunque es semejante a la parábola de los talentos que leemos en san Mateo, añade datos que la hacen singular.
Sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo: «No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros». El rey, cuando recibe la embajada, calla; espera al momento de su vuelta para sofocar el motín.
Entre tanto, los rebeldes irían ganando terreno, y los encargados de negociar tuvieron que hacerlo en un ambiente hostil, puesto que eran siervos de un señor muy odiado. No tuvo que ser fácil hacer producir el dinero entre una población de enemigos. Seguramente, estarían deseando que su señor volviese para hacer justicia. Y, cuando volvió, todo quedó compensado, excepto para aquel siervo malo que escondió su mina en el pañuelo.
Debemos ser santos en un ambiente hostil, y buscamos ganar almas para Cristo entre quienes no quieren que reine sobre ellos. En semejante escenario, la santidad pasa, necesariamente, por la cruz. Malo sería que nos conformásemos con encerrarnos a rezar y nos defendiésemos del mundo. Eso supondría guardar la mina en el pañuelo. Nos convertiría en «siervos malos» que rezan. Dios nos libre.