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18 noviembre 2025

El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido

Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

***

En casa de este pecador
¿Cómo no conmoverse ante el reproche con que aquellos judíos murmuraban contra Jesús: Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador? Me conmueve, y mucho, porque, cada vez que comulgo, Jesús entra a hospedarse en casa de un pecador.
No confundas la casa de un pecador con una «casa de pecado». Jamás comulgues si te encuentras en pecado mortal, porque afrentarías gravemente al Señor. Él acogió a las prostitutas, pero no entró en los burdeles. La casa de Zaqueo, cuando Jesús entró, estaba perfumada por sus deseos sinceros de conversión; pero seguía siendo la casa de un pecador. Los judíos tenían razón. Y mi alma en gracia, cada vez que recibo al Señor, sigue siendo la casa de un pecador.
¡Oh, Jesús! Si los hombres conocieran mis pecados como los conoces Tú, quizá jamás se acercasen a mí. Pero cada vez que Tú, oculto bajo las apariencias del pan y del vino, entras en mi casa, con la dulzura de tu Amor me dices: «Eres un desastre, pero Yo te amo. Eres mi desastre favorito». ¿Cómo, entonces, no voy a conmoverme ante ese reproche que es mi salvación? En casa de este pecador, Jesús, se te quiere mucho.