Página inicio

-

Agenda

14 noviembre 2025

El día que se manifieste el Hijo del hombre

Lucas 17, 26-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos.
Asimismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa, no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás.
Acordaos de la mujer de Lot.
El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda, la recobrará.
Os digo esto: aquella noche estarán dos juntos: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán». Ellos le preguntaron:
«¿Dónde, Señor?». Él les dijo:
«Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres».

***

El hombre que no quería morir antes de mayo
Conocí a un hombre invadido por el cáncer que se negaba a morir antes de mayo. Era octubre, fue desahuciado por los médicos, y le gritó al sacerdote: «No puedo morirme ahora. ¡De ningún modo! Acabo de comprar un abrigo para el invierno y lo tengo que estrenar». Tan estúpido como real.
Prefiero a Robert de Niro en «Heat» (Michael Mann, 1995), cuando le dice a Al Pacino: «Jamás podrás cogerme. Tú tienes esposa e hija, mientras yo sigo en mi vida este lema: “No te ates a nada ni a nadie que no puedas dejar en 20 segundos si la policía viene pisándote los talones”». Esta cita no es de la Biblia, pero como si lo fuera.
Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en casa no baje a recogerlas; igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Aplícalo a ese «fin del mundo» en miniatura que ocurrirá el día de tu muerte. Y no te ates a nada ni a nadie en este mundo que no puedas dejar atrás en cuanto Dios te llame. No hay nada más ridículo que llevarse un abrigo al Infierno.