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12 noviembre 2025

¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?

Lucas 17, 11-19

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y, sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?». Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

***

No es lo mismo curarse que salvarse
El mar no tiene alma. Por eso, cuando Jesús le mandó calmarse durante la tormenta, el mar no se benefició en nada del milagro.
Los hombres, sin embargo, tenemos alma. Y esa alma es tan capaz de abrirse como de cerrarse. Diez fueron los leprosos curados por Jesús. Pero sólo uno de ellos abrió de par en par el alma al Amor de Dios, y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Por eso, sólo él escuchó: Tu fe te ha salvado. Tanto le salvó que, cuando le llegó la hora de la muerte, cruzó a través de ella hasta la vida eterna, porque tenía el alma llena de Cristo.
Los otros nueve, ¿dónde están? ¡Vaya usted a saber! Pero, si quiere más datos, se los doy: van camino de la muerte, aunque no pasen por la leprosería. Quedaron curados, pero no se salvaron, porque sus almas estaban cerradas.
Prepara bien tus confesiones. Llega a misa antes de que comience, y recógete. Abre el alma de par en par por tu fervor antes de recibir un sacramento. De esta forma, el sacramento que recibes no quedará en el cuerpo ni en el oído; te salvará.