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Lucas 12, 54-59
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: “Va a caer un aguacero”, y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: “Va a hacer bochorno”, y sucede. Hipócritas: sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, pues ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que es justo?
Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él, no sea que te lleve a la fuerza ante el juez y el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel.
Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues la última monedilla».
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Del polvo al polvo, pasando por el chat
¡Pobrecitas nubes! ¡Pobrecito, el poniente! ¿Quién los mira? ¿Quién levanta la vista?
Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: «Va a caer un aguacero», y así sucede. Cuando sopla el sur decís: «Va a hacer bochorno», y sucede.
Ahora la gente no mira al cielo. Mira hacia abajo, hacia su teléfono, y consulta la app del tiempo. «En dos horas va a caer un aguacero. Lo dice mi app». «Pues la mía dice que, más bien, nubes y claros hasta las nueve; después, lluvia». Todo eso se lo dicen sin mirarse, con la cabeza inclinada hacia abajo, hacia el teléfono.
El hombre, hoy día, es un animal cuyos pies emergen del polvo, y cuya cabeza se inclina de nuevo hacia el polvo pasando por el teléfono móvil. Así, en esa curva, describe el arco anunciado en la maldición fruto de pecado.
¡Yérguete! ¡Levanta la vista! ¡Mira al cielo, más allá de las nubes, de donde vendrá el Señor! Si te ven a ti mirando al cielo, quizá levanten ellos la cabeza para averiguar lo que estás viendo. El mundo, más que sabios o teólogos, necesita santos, personas que vivan erguidas con los ojos puestos en lo alto.