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20 octubre 2025

Lo que has acumulado, ¿de quién será?

Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia». Él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes». Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose: “¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”. Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”
Así será el que atesora para sí y no es rico ante Dios».

***

Parábola del prejubilado
¡Hombre! ¡Hoy toca la parábola del «prejubilado»! Una de las más actuales de todo el Evangelio: 50 añitos. La vida ha ido bien. Ha ahorrado como una hormiguita. Y tiene un fondo de inversión como «colchón» para futuras necesidades: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente. Con esa edad, debería saber que al alma no se le dicen esas cosas. Hubiera sido mejor comenzar: «Cuerpo mío». Pero el muy bobo se lo dice al alma, que ni come, ni bebe, ni banquetea, porque sabe que la vida es Cristo, y está muerta de hambre en el cuerpo de un energúmeno así. Por eso Dios le dedica, desde el Cielo, un cariñoso insulto bien merecido: Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?
Aunque uno se prejubile, su vida no depende de sus bienes. Porque la vida es Cristo. Y si fueras sensato en vez de necio, conforme cumples años y ves que se acerca el final de tus días, pensarías: «¿No debería ir apartando los ojos de las cosas de la tierra, y poniéndolos en las del Cielo? ¿No debería prepararme para encontrarme con Dios?»