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14 octubre 2025

Dad limosna, y lo tendréis limpio todo

Lucas 11, 37-41

En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo le rogó que fuese a comer con él. Él entró y se puso a la mesa.
Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad.
¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Con todo, dad limosna de lo que hay dentro, y lo tendréis limpio todo».

***

No quisiera ser descortés
Parece una falta de cortesía. Alguien te invita a comer, aceptas la invitación y allí, sentado a su mesa y comiendo su comida, le pones de vuelta y media.
Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, pero por dentro rebosáis de rapiña y maldad. Me pregunto cómo le sentó al anfitrión el rapapolvo. «Encima que le invito, me llama cochino. La próxima vez, que lo convide su tía». ¡Pobre Isabel! A saber si aún vivía.
«Tú me invitas a comer, y yo te lo agradezco mostrándote la verdad sobre ti mismo, para que puedas salvarte».
Pero a la gente no le gusta escuchar la verdad sobre su persona. Si ni ellos mismos se la dicen a sí mismos, menos aun les agrada que se la diga otro. Date por aludido, por favor. Porque quizá también tú rebosas de rapiña y maldad, y no quieres saberlo. Te lo digo porque, a esta distancia, lo peor que me puedes hacer es dejar de leerme. Pero quién sabe, igual te da por hacerme caso, te miras bien por dentro… y descubres un universo de maldad que llevaba aposentándose allí durante años. Eso sería el comienzo de una buena limpieza.