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30 septiembre 2025

Tomó la decisión de ir a Jerusalén

Lucas 9, 51-56

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?». Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea.

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San Lucas y el Cristo de Velázquez
Dicen que san Lucas era artista, incluso se le adjudica un retrato de la Virgen. Y, como todos los artistas, se esmera en extraer la belleza del lugar donde se oculta, como hizo Velázquez con su maravilloso Cristo crucificado. La primera frase del evangelio de hoy es un Cristo de Velázquez: Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo… Es todo verdad. Pero es la parte hermosa de la verdad. Hay otra forma de contarlo: «Cuando se acercaba el momento en que Jesús sería brutalmente torturado y crucificado»… Leído así, la conclusión de la frase es sobrecogedora:
Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Nadie hace esto. Cuando te acercas al precipicio, lo que se impone es dar marcha atrás, volver sobre tus pasos y buscar otro camino. En Getsemaní, todas las células de Cristo temblaron, querían alejarse y huir de allí. Pero su voluntad divina, poseída de un Amor irrefrenable, dio el paso adelante. En ese precipicio habían caído sus ovejas, y a él se lanzaría para rescatarlas.
Nosotros tenemos el Cristo de Velázquez. Y cuando, en la Cruz, lo vemos a Él, nos sentimos llamados por ese mismo Amor y lo abrazamos.