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17 septiembre 2025

Tocamos y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis

Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor:
« ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?
Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de:
“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado”.
Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

***

El diapasón celeste
El corazón de Cristo es el gran diapasón, el perfecto instrumento musical venido del Cielo con el que nuestros corazones deberían estar siempre afinados. Si Él llora, todos deberíamos llorar; si Él ríe, todos deberíamos alegrarnos. Contemplad el inmaculado corazón de la santísima Virgen, y escucharéis los acordes perfectos que suenan cuando los espíritus de Redentor y criatura desgranan sus notas a la par.
Desgraciadamente, esa armonía ha sido, y es, muy extraña. Los hombres hemos desafinado mucho: Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado.
Como ejemplo contrario al de la Virgen, piensa en aquel hermano mayor del hijo pródigo: Cuando su padre se entristecía por haber perdido a su hijo, él se alegraba de no tener que soportar a su hermano menor. Cuando el padre se alegró de recuperar al pequeño, él se entristeció y fue devorado por la envidia.
Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón. La Sabiduría se escribe con mayúscula. Es el Espíritu que animaba a reír y llorar al corazón de Cristo. ¿Nos dejaremos animar por Él? ¿Reiremos y lloraremos a su son, o seguiremos, cada uno, interpretando nuestra «ópera bufa»?