-
Mateo 16, 24-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.
¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.
En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».
***
«Tomar la cruz» significa…
Dice el Señor: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Pero, cuando leemos tome su cruz, pensamos en cargar con un peso, porque la vida es pesada. Quizá deberíamos volver al comienzo; preguntarnos, de nuevo, qué significa «tomar la cruz». Hagámoslo mirando al Calvario, donde la expresión adquiere todo su sentido.
Tomar la cruz significa encaminarse a una muerte que es entrega generosa de la vida; es desgastarse cada día por amor a Dios y al prójimo, hasta que lo hayas entregado todo y seas recibido en el Cielo. Tomar la cruz significa emplear los días que te restan en subir un monte, venciendo cada mañana a la concupiscencia que atrae hacia los bienes terrenos, y ascender, lleno de alegría, con la mirada puesta en el Cristo que está en la cima. Tomar la cruz significa abrazarte a Jesús, como Simón de Cirene, porque quien te espera en la cima te acompaña, también, en el camino.
Y, en el colmo del asombro, tomar la cruz significa convertir la vida en una fiesta. Porque, en esa entrega rendida, el corazón del hombre queda saciado del Amor de Dios.