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6 agosto 2025

Su rostro resplandecía como el sol

Mateo 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: "Levantaos, no temáis." Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos."

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El pudor de Cristo
¡Cuántas veces le pidieron al Señor los judíos, sedientos de «pirotecnia celestial», un signo como el del Tabor!
Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban al resplandor. ¡Lo que hubiesen dado muchos fariseos, y el propio Herodes, por ver aquello! Con gente como esa nunca hay que jugársela, pero, quizá, muchos de ellos, al verlo, lo habrían adorado como a Dios.
Sin embargo, Jesús nunca quiso ser adorado así, a golpe de pirotecnia celeste. Fue extraordinariamente pudoroso en público con su divinidad, y sólo en privado, ante sus más íntimos, mostró su gloria en un acto de amor y consuelo. Para el «público», el Señor reservaba otra señal: ante todo Jerusalén se mostró crucificado, coronado de espinas, abierto el cuerpo a latigazos, y cubierto de esputos. De este modo, sólo por amor quiso ser libremente adorado.
Tú glorifica a Dios, y jamás busques tu propia gloria. Aprende del Señor: sé pudoroso a la hora de hablar de ti mismo, no quieras deslumbrar a los hombres con tus talentos. Gloríate, más bien, como san Pablo, de vivir crucificado con Cristo, entregado a Dios y a los demás con sencillez.