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Mateo 14,1-12
En aquel tiempo, oyó el virrey Herodes lo que se contaba de Jesús y dijo a sus ayudantes: "Ése es Juan Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso los poderes actúan en él." Es que Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; porque Juan le decía que no le estaba permitido vivir con ella. Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, que lo tenía por profeta. El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías danzó delante de todos, y le gustó tanto a Herodes que juró darle lo que pidiera. Ella, instigada por su madre, le dijo: "Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan Bautista." El rey lo sintió; pero, por el juramento y los invitados, ordenó que se la dieran; y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja, se la entregaron a la joven, y ella se la llevó a su madre. Sus discípulos recogieron el cadáver, lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
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Debo ser testigo de la Verdad
Burkhart-López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de san Josemaría, vol. I
La tarea de "dar doctrina" (cristiana) tiene un contenido más elevado —de otro orden— que la actividad humana de enseñar. Se trata de ser instrumentos de Cristo para que otros le conozcan y le amen. Cuando el Señor enseña, no transmite sólo unos conocimientos, sino que ofrece su amistad: la participación en su misma vida. «Os he llamado amigos —dice a los Apóstoles—, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15). Por parte del cristiano, dar doctrina es dar a conocer a Jesucristo y enseñar a amarle. Es ser instrumento suyo para que otros le traten en el Pan y en la Palabra; es decir, para enseñar a acudir a los sacramentos y a hacer oración.
Por otra parte, recuérdese lo que dijimos más arriba sobre el munus docendi de Cristo. El oficio de enseñar implica dar testimonio de la verdad con la propia vida, de modo que la misma vida del cristiano se convierta en "signo" de la verdad. El cristiano ha de ser testigo de Dios unido a Cristo, el «Testigo fiel» (Ap 1,5): ha de ser «testigo en el Testigo» (O'CALLAGHAN, El testimonio de Cristo y de los cristianos, cit., p. 543). Como escribe Paul O'Callaghan, «el celo de los cristianos por testimoniar la resurrección de Cristo, que en muchos casos llega a la aceptación de la muerte a ejemplo del verdadero Testigo (Mártir), es lo que hace humanamente posible la fe de los otros» (O'CALLAGHAN, El testimonio de Cristo y de los cristianos, cit., p. 544).
Al ser instrumentos de Cristo, los cristianos enseñan como El: con la palabra y con las obras. El apostolado de dar doctrina está manco e incompleto, si no va acompañado por el ejemplo. Hay un refrán que deja, con la sabiduría del pueblo, muy claro lo que os estoy diciendo. Y el refrán es éste: fray ejemplo es el mejor predicador (Es Cristo que pasa, n. 93). Se enseña a hacer oración siendo alma de oración: dedicando tiempo a la oración y tratando de convertir las actividades en oración. El buen ejemplo consiste en "procurar" hacerlo así, a pesar de que a veces no se logre por debilidad personal. Consiste en luchar sinceramente, aunque sean patentes las propias miserias: como El—que coepit facere et docere (Hch 1,1)—, primero hemos de dar el testimonio del ejemplo, porque no podemos tener una doble vida. No podemos enseñar lo que no practicamos; por lo menos, hemos de enseñar lo que luchamos por practicar (Es Cristo que pasa, n. 162).